Relato: Domador domado





Relato: Domador domado


El Domador Domado.

Un Amo con experiencia descubre un lado mas salvaje cuando su mejor esclava
le visita una noche despu�s de algunos a�os.




1� Parte. El Domador Domado.



La muy guarra estaba tirada desnuda en medio de la sala de
estar con el tac�n de aguja de sus nuevos zapatos metido hasta el fondo de su
profundo culo y su pelo rubio rizado manchado de flujo vaginal y saliva.



Yo la miraba desde arriba como solo lo sabemos hacer los
amos, con esa superioridad innata y ese profundo saber que hace a nuestros
esclavos morirse por nuestra voz. Personalmente no entender� nunca como alguien
se puede someter a esos grados de vejaci�n, pero desde siempre supe que igual
que hab�a esclavos tenia que haber amos, y claramente seria yo quien pondr�a las
normas.



A esta pobre mujer que tenia tirada en el suelo, exhausta de
placer, rodeada de flujos, con los ojos cerrados y llorando de felicidad la
hab�a conocido hacia pocas semanas. Y es que siempre se delatan. Son esclavos en
potencia sin nisiquiera saberlo. Una mirada que baja cuando les hablas, un
sometimiento subterr�neo cuando sugieres cualquier cosa por peque�a que sea...
pero sobre todo, unas ganas irrefrenables de que alguien se apodere de ellos,
porque al fin y al cabo, uno hace lo que mas les causa placer: ser su TODO. A
causa de esto debo decir que una idea me estuvo rondando durante mis primeros
escarceos como Dominante, y era la idea de que el Amo no era otra cosa que un
medio del Esclavo para llegar al placer extremo, y reconozco que no me gusto
nada la idea.



Hab�a esclavizado a mas de veinte mujeres y despu�s las hab�a
convertido en algo mas que simples putas. Hab�a conseguido que veinte mujeres
salieran de su caparaz�n y volaran por su cuenta, ampliando sus horizontes. A
veces me hab�a encontrado con alguna de ellas de noche en alg�n club, bailando
en la barra o metida en alguna cabina roja disfrutando con sus juguetes por
dinero... o incluso gratis.



Deje a la mujer tirada en el suelo extenuada. Despu�s ella
misma limpiar�a todo, cuando se recuperara. Me di una ducha y abr� el �lbum de
fotos privado para meter las instant�neas de aquella nueva adquisici�n. All�
estaban todas las dominadas en su papel, desde sus comienzos hasta su salida de
esta casa. All� estaba Carmen, Rakel, Loreta... y Cristina. Cristina hab�a sido
la mas dura de doblegar, y por ello mi �xito mas preciado.



Cristina hab�a sido una de esas mujeres independientes que
odiaban a los hombres, la moda, los maquillajes.. Un mujer madura pese a su
juventud, 25 a�os, que nunca hab�a pensado en el sexo como forma de vida. Por
eso me sedujo mas que las dem�s. Su doma fue como un puzzle de 15000 piezas. Con
paciencia. Primero doblegar su psicolog�a femenina, despu�s comenz� su
dependencia del sexo, y por ultimo su mentalidad abrazo la esclavitud como �nica
salida. Era mi mejor obra. Se convirti� en una viciosa insaciable y con el
tiempo derivo en una s�dica peligrosa. No esperaba mis ordenes, sino que con
iniciativa propia se auto castigaba ella misma. Entro en una espiral peligrosa,
y por ello tuve que mandarla lejos de esta casa. Nunca mas la hab�a visto en la
ciudad y dudo mucho que haya sobrevivido sin amo.



Sal� al pasillo y vi como la zorra se levantaba a duras penas
y lam�a el suelo que hab�a manchado. Sonre� y me acerque a ella. Despu�s de
dejar el suelo como una patena, y con el tac�n de la bota todav�a en su culo, la
lleve a la habitaci�n de despedida. All� la solt� el discurso de abandono. Ella
lloraba. Hab�an sido dos meses muy concentrados. Deje que se duchara y a la
salida se puso la ropa nueva que las regalaba para su nueva vida, una falda
blanca cort�sima el�stica y un top blanco abierto por detr�s y que mostraba
todos sus aros del ombligo y resaltaba las argollas de los pezones. Las medias
negras hac�an juego con sus zapatos de aguja. La di algo de dinero para que
fuera tirando algunos meses y la deje marchar en un taxi, no sin que antes me
hiciera una ultima mamada sin derramar ni una gota, acci�n que hab�an aprendido
todas en sus primeros d�as de doma, y seg�n hab�a comprobado con la experiencia,
algo que las creaba adicci�n.



Ah� va otra bomba sexual, pens� cuando vi otro taxi acercarse
a mi casa. Cerr� la puerta de casa pero llamaron r�pidamente. Mire el reloj.
Espere que no fuera alguna de mis putitas de vuelta. Era desagradable volver a
explicarlas que aqu� no pod�an quedarse mas. Abr� la puerta y la vi. Cristina.
Estaba bell�sima. Llevaba un abrigo largo vaquero ajustado a un cuerpo que
recordaba mas grueso. Tenia una figura magnifica y su cara alargada y
perfectamente maquillada me impacto: tenia estilo, cosa que las dem�s 19 no
conseguir�an jam�s. As� que al fin y al cabo aquella zorra hab�a sobrevivido ah�
fuera.



- Largo de aqu�, puta. Ya sabes que no puedes volver.



Era su amo y nunca dejar�a de serlo.



Cerr� la puerta pero ella meti� su bota negra con plataforma
y lo impidi�. Entro en casa sonriendo. Se encendi� un cigarro, cosa que estaba
completamente prohibida porque odiaba el olor agrio que dejaba. Me acerque para
darla una bofetada y al bajar la mano con fuerza ella me cogi� con la otra mano.
Me dol�a much�simo, como si me la fuera a romper. Del dolor me cai al suelo,
aunque ella segu�a cogiendola. Me retorc� de dolor y grite. Ella por fin solt�
mi mano, expulso el humo y se acerco a mi.



- Hola... amo



Su voz son� sarc�stica, sobre todo lo de Amo. Me puse
nervioso y me levante corriendo hacia un armario donde guardaba un bate. Lo cog�
y la amenace.



- Sal de mi casa. Lo pasado, pasado esta, �me entiendes?. Yo
no hice mas de lo que tu te dejaste hacer.



Ella solt� una carcajada y aplasto el cigarrillo en el suelo.
Despu�s se acerco despacio. Yo cargue el bate.



- L�rgate de aqu�, cristina.



- �Cristina?, �Ahora me llamas por mi nombre?. �Ya no soy la
puta esclava, la cerda, la zorrita?



Solt� el bate sobre su cuerpo pero ella me empujo antes de
que pudiera hacer nada. Me di un golpe en la cabeza con el radiador y comenc� a
verlo todo nublado. Solo alcance a escuchar su voz, mel�dica pero decidida,
maravillosa...



- Mi esclavo... vas a descubrir un placer inmenso.







C�p. 2. Domando a un Domador.



Abr� los p�rpados que parec�an pesar toneladas. Enfoque la
vista y lo vi todo negro. Tenia algo tap�ndome la vista. Intente moverme pero no
pod�a, probablemente estaba atado a alg�n sitio. Lo primero que se paso por la
cabeza fue que seguro estaba atado a la camilla donde ataba a mis esclavas. �Que
pretend�a aquella zorra de Cristina?. Escuche un ruido de pasos de tac�n venir a
la habitaci�n. O� la puerta.



- Eres una zorra desagradecida, cristina. Yo te descubr� la
mujer que eres.



O� la risita por lo bajo.



- Tu ya no tienes derecho a hablar. A partir de ahora no eres
nadie, �sabes?



- No se que intentas, zorra, per...



Note un golpe en la cara. Doli�. Abr� la boca para gritar
pero otro golpe me la cerro.



- Cuanto mas desobedezcas mejor para mi, esclavo.



�Esclavo?, aquella puta estaba alucinando. Si cre�a que iba a
conseguir hacerme a mi lo que yo le hacia a mis zorritas...



O� la puerta cerrarse. Espere varios segundos y despu�s
intente zafarme de las cuerdas, pero estaban bien atadas. Joder. Decid� que
esperar�a mi momento.



�Cuanto tiempo hab�a pasado desde que la puerta se cerro?.
Tenia sed y hambre. Me picaba la nariz y tenia que ir al ba�o. �Se hab�a largado
Cristina?. Me puse nervioso y comenc� a gritar, aunque no obtuve contestaci�n.
Al cabo de un rato demasiado largo me dorm�.



Abr� los ojos de nuevo asustado. Segu�a atado. Aquello no
pod�a ser verdad. La vejiga la tenia a punto de estallar y mi estomago emit�a
ruidos opacos. Sabia que gritar no iba a hacer mas que debilitarme mas. No
conseguir�a que me rebajara. Eso solo se lo hacia yo a mis putitas. Aquello iba
a ir para largo. Era la forma en que las doblegaba yo. Cristina paso por eso. Me
re� cuando note mi orina cayendo por mis pantalones. Ahora necesitaba comer
algo. Si ella segu�a mis planes me dar�a de comer por la noche. �Que hora
era?...



La puerta se abri� y pude oler a comida. Era un filete. La
boca segrego saliva y el estomago me dio una punzada de dolor.



- Cris... Cristina... si no me das de comer me voy a morir y
tu juego habra acabado... �me estas oyendo?... �me oyes, hija de puta?



Eso tambi�n se lo hab�a hecho yo. Las dejaba la comida
delante mientras ellas lloraban impotentes. Yo no llorar�a, no suplicar�a...



Despu�s de mucho tiempo comprend� por que aquellas mujeres
lloraban. Necesitaba comer de verdad. No sent�a los brazos y ya me hab�a orinado
dos veces. Decid� fingir. Llore y gem� lo suficientemente alto como para que me
oyera. Entonces entro en la habitaci�n.



- Veo que tienes hambre, esclavo.



Su voz sonaba fuerte. �Que habr�a hecho Cristina en aquellos
dos a�os?



- Da... dame de comer... por favor... te lo ruego...



Forc� mi voz para que sonara desesperada.



Ol� su perfume y con su mano me quito la mascara a la altura
de la boca. Segu�a sin ver nada pero por lo menos el aire fresco corri� por mis
pulmones que me hicieron toser.



- �Quieres comer esclavo?



- Si...



- �Si?... si, mi ama.



Joder, pens�.



- Vete a la mierda.



Me pego una bofetada y o� como un plato se ca�a al suelo,
despu�s la puerta volvi� a cerrarse. Empec� a llorar. Ya no fing�a. Mi cuerpo
estaba desfallecido y no pod�a mas. Note como me quebraba en mi interior cuando
apareci� ella de nuevo.



- Por favor.. dame de comer...



- �Como?



- Ama, mi ama... dame de comer.




No puedo discernir la cantidad de tiempo que hab�a pasado,
dos d�as, una semana... a mi me parec�a por lo menos un a�o. Hab�a estado
encerrado en la habitaci�n, atado con ambas manos a la mesa y con la mascara
puesta durante todo ese tiempo. Un par de veces estuve a punto de desfallecer
por el hambre, pero desde que entre en el juego com�a casi todas las noches.
Todav�a no sabia cuanto tiempo Cristina me querr�a as�, pero me imaginaba que
alg�n tiempo mas. Las ultimas veces me hab�a parecido o�r que alguien mas hab�a
entrado en la habitaci�n y eso era lo que me empezaba a carcomer por dentro.
�Seria ese mismo miedo lo que sent�an mis zorritas al hacerles lo mismo?.



O� sus tacones entrar y mi boca comenz� a salivar. Mi
estomago era como el perro de Paulov y eso era mala se�al. Quer�a decir que mi
cuerpo se estaba acostumbrando a Cristina.



- Hola, esclavo m�o.



Note su olor cerca de mi cara.



- �Quieres comer?



Yo asent�.



- �Como?



- Necesito comer, Ama.



- Eso ser� si yo quiero, �Verdad?



- Eso ser� si... (me lo pens�) eso ser� si mi Ama quiere
(Zorra)



Me meti� el filete en la boca y yo lo mastique r�pido.



- �Que se dice?



- Gracias Ama.



- Veo que progresas, esclavo. Esto va bien. �Era yo as�?



- Tu eras la mejor.



Quise darle un toque ir�nico pero de mi boca solo sali� un
tono halagador. Note como me agarraba el paquete y me acariciaba la polla. Ese
era el segundo paso. El sexo. No pude evitar que se me empinara.



- Uhmmm, esclavo, veo que sigue estando en forma tu cosita...
es una pena que ya nadie te la toque...



Mi polla estaba muy dura, despu�s de mucho tiempo sin
funcionar lo echaba de menos. Cerr� los ojos al notar como ella me la sacaba y
la mov�a lentamente. Me quer�a correr. Fue subiendo y bajando cada vez mas
r�pido hasta que un poco de semen comenz� a salir. En ese momento paro.



- �No pares, zorra, sigue!



grite, pero ella ya hab�a salido de la habitaci�n.
In�tilmente intente desabrocharme. Necesitaba correrme. Grite varias veces pero
al final me tranquilice. Deb�a dominarme, no pod�a caer en ese juego. Lo conoc�a
demasiado bien, y como diera un paso acabar�a siendo como ellas. Me esforc� y
consegu� que el hinchaz�n bajara.



Pasado un rato ella volvi� y sin decir nada me cogi� de la
polla. Note algo extra�o, fr�o, que me succionaba el prepucio.



- Esto es un avance, esclavo. Esto te la pondr� dura
continuamente, pero no podr�s correrte. Vas a sufrir mas que ninguna de
nosotras.



Y fue verdad.




C�p. 3. El domador dominado.



Juro por todo lo que se mueve que supe lo que era el dolor de
una polla empinada durante semanas. Mi polla estaba recta continuamente, pero
cuando me dispon�a a correrme el cacharro aquel se paraba para despu�s
continuar. Notaba mis huevos mas pesados y ahora era incapaz de concentrarme en
nada. Deseaba que Cristina me lo quitara. A lo mejor incluso la dejar�a irse sin
hacerla nada.


Por la noche, o�a algunos grillos a lo lejos, entro de nuevo
con la comida.



- �Como estas esclavo?



Yo casi no pod�a hablar. Estaba en un estado de excitaci�n
continuo que me hacia sentirme violento pero tambi�n aquello mermaba mis
sentidos, entre ellos el habla. Dije algo entre gemidos y comenc� a llorar. De
improviso note como algo se agarraba a mi cuello y me tiraba para atr�s.
Recordaba que yo sol�a agarrarlas as�. Cristina cerro la cuerda fuerte y mis
manos se liberaron. R�pidamente me quite el aparato de la polla y comenc� a
masturbarme con frenes�, como nunca lo hab�a hecho antes. Acabe en una gran
corrida bestial y casi me desmayo. Mis brazos cayeron y solo me sent� agarrado
por la cuerda del cuello. Al borde de la asfixia Cristina me ato de nuevo los
brazos y descanse.



- Gra... gracias...



consegu� decir.



- Gracias, ama.



- Gracias, ama, muchas gracias



y llore de nuevo.



Pasados unos minutos eche en falta el aparato... �me estaba
volviendo loco?. Manutuve la esperanza de que Cristina me lo volviera a poner...
quer�a sentir aquello otra vez... quer�a...



- �Que mascullas esclavo?



- El aparato... el apa...



- �Quiere que te lo ponga de nuevo?



- Si... por favor...



- Pero tendr�s que hacer entonces algo por mi... �de acuerdo,
esclavo?



En ese momento de excitaci�n me daba igual lo que me pidiese.
Asent� con un gesto fuerte.



- Si ama. Eres mi Ama. Yo no soy nadie.



- Ja, ja, ja... Eso ya lo sabia. No, no es eso lo que quiero
que hagas. Te voy a desatar y voy a dejar una cosa en el suelo. Cuando me vaya
te soltare y har�s con el lo que se supone que debes hacer.



- Si... por favor, ama...



Me puso de nuevo aquella maquina de los �ngeles y cerro la
puerta. Entonces note que estaba desatado. Me ca� y me quite como pude la
mascara. Hab�a estado demasiado tiempo sin poderme sentar y ahora mis piernas
estaban tan cansadas que no pude ni moverme.




Efectivamente me encontraba en mi sala de juegos probados
donde sol�a someter a mis mujeres. La sala era grande y cerrada, sin ventanas
salvo por una peque�a que hab�a en la puerta. Me intente levantar pero mis
piernas no me dejaron. Me sent�a feliz por poder tener aquello en mi polla. De
repente aquello paro. Lo cog� pero no funcionaba. Le di un golpe. Nada. Grite de
impotencia. Quer�a que aquello volviera a succionar mi polla. Entonces vi lo que
hab�a dejado a mis pies. Se me erizo el pelo.



El consolador era grande y lleno de venas. Era pesado. Un
bote al lado de vaselina grande y un cable unido a una caja negra descansaban al
lado. Lo cog�. El aparato de mi polla succiono un poco pero se paro. El altavoz
del cuarto emiti� un crujido y luego o� la voz de Cristina.



- Bien... bien... ya has descubierto como funciona. Y me
imagino que sabr�s la relaci�n entre ambos.



El altavoz dejo de emitir. Estaba loca si cre�a que me iba a
meter ese pedazo de verga por mi culo. Mi culo era sagrado. El aparato volvi� a
succionar durante un rato y despu�s se paro. Mi mente estaba tan confundida que
r�pidamente abr� el bote de vaselina y me unte el agujero del culo con cuidado.
Cerr� los ojos y...



La punta estaba fr�a, muy fr�a. Y era grande. Intente meterlo
por mi culo con todas mis fuerzas pero no entraba. Record� que ese tan grande
era el que utilizaba con ellas tras pasar varias semanas ensanchando el agujero.
Joder. Busque por la habitaci�n pero no hab�a nada que utilizar. Entonces, en un
acto de desesperaci�n, me introduje el dedo por primera vez. Mi coraz�n comenzo
a latir mas fuerte, y se me erizaron los pelos de todo el cuerpo. Dol�a... pero
era un dolor maravilloso. Mientras me met�a el dedo hasta el fondo el aparato de
mi polla volvi� a funcionar. Me tumbe en una esquina, desnudo, indefenso, pero
experimentando un placer glorioso penetrado por mi propio dedo.




Tras unos d�as hab�a notado que un dedo en mi culo no era
suficiente, que dos tampoco... Me hab�a vuelto un adicto al culo e incluso ahora
ya no me importaba que el aparato de mi polla no funcionara mas. Cog� el
consolador gigante y de un golpe me lo introduje hasta el fondo. Note como mi
agujero se abr�a y le daba la bienvenida a aquel placer inimaginable... me tumbe
llorando de felicidad con el culo bien abierto hasta que la puerta se abri�.



All� estaba Cristina, espectacular. Con un traje rojo y negro
de l�tex que acababa en un escote perfecto. Su cara mostraba una sonrisa larga y
roja y su pelo recogido en una coleta largu�sima la daba un aire de superioridad
que no entend�a como no me hab�a dado cuenta antes.



- Veo que tienes un nuevo amiguito, esclavo...



Yo la mire con expectaci�n. Una parte de mi grito dentro que
saliera corriendo de all� pero otra parte se aferraba a esa verga que me
empalaba el culo. Se acerco a mi lentamente y me acaricio el pelo. Yo comenc� a
llorar como un idiota. Sus caricias me hac�an sentirme mejor. Saco de una
mochila de cuero negra y blanca unas bolas unidas por un cable y una consolador
aun mayor.



- Mi esclavo casi esta listo, �verdad?



- Si, mi maravillosa Ama... no... no me deje nunca... por
favor...



- �Como dices esclavo?



Cristina, mi diosa, mi ama... la deseaba mas que a cualquier
cosa en el mundo. Haria lo que fuera por ella.



- Mi ama...



Ella se me acerco. Me comprend�a.



- Dime, esclavo.



Su voz, aunque firme, sonaba comprensiva...



- No... no me deje nunca, por favor... har� lo que sea.



Me tenia. Hab�a ca�do. Era suyo... pero no me importaba.



- �Lo que sea, perro?



Llore de nuevo al ver que sacaba una correa de cuero con una
chapa en la que pon�a "Perro esclavo" y me la pon�a yo mismo. Despu�s me met� la
bolas una tras otra por mi culo y la segu� a cuatro patas por el pasillo. Solo
ve�a su cuerpo... sus caderas moverse... y sus labios cuando me ordenaba algo.
En el pasillo se paro un segundo y me hizo mirar el espejo.



Se ve�a a una Diosa, de negro y rojo, preciosa, una belleza
como nunca hab�a habido en la tierra y un sucio perro a su lado, con una cuerda
saliendo de su culo y una mirada perdida de devoci�n. Ella sonri� y me acaricio
la cabeza, despu�s hizo una foto al espejo y abri� la boca.



- Menudo perrito faldero que eres. Pero todav�a no he
acabado, mi esclavo fiel...



Saco un bote blanco y lo puso debajo de mi polla.



- C�rrete en el, perro.



Yo lo ve�a todo como en una neblina.



- �Que te corras, animal!



Con una de mis manos me frote la polla, la cual solo le basto
un min�sculo roce para descargar mas leche de la que hab�a visto en mi vida en
aquel bote. Ella lo cogi� y tiro la correa. Yo la segu� hasta el ba�o de al lado
de la cocina. Un ba�o peque�o que ellas sol�an utilizar. Puso un cuenco azul de
mascotas y vaci� el contenido all�. Yo la mire.



- Que no quede ni una gota, mi perrito.



Sabia que aquello era lo que siempre hab�a odiado. Sabia que
aquello era lo ultimo que mi voluntad no quer�a hacer, pero comenc� a beber
aquello como perro que era, a leng�etazos, mientras la risa de mi Ama me
martilleaba los o�dos.



- Esto lo vas a hacer dos veces al d�a, perrito, y quiero que
despu�s me traigas el cacharro para que lo vea, �entendido?



Abr� la boca llena de mi leche amarga y pastosa pero ella me
dio una patada.



- Eres un perro, imb�cil, a partir de ahora solo hablaras
como ellos.



Casi me atraganto y un hilo sali� de mi boca manchando el
suelo. Lo lam� r�pidamente y sub� la cara.



Ladre dos veces.



- Ahora me preparas la cena y despu�s, depende de lo cansada
que este, me har�s tener un orgasmo solo con tu lengua. Por cierto, dormir�s a
los pies de mi cama, atado, y te masturbaras por el culo todas las noches hasta
que yo quiera.



Cristina se encendi� un cigarro y tiro la ceniza en mi
cacharro todav�a a la mitad.



- Vas a ser el mejor perro del mundo, �verdad?. No haras nada
que me moleste y adem�s...



Se acerco a mi



- Todav�a queda por venir lo mejor, perrito. Ahora term�nate
eso mientras yo busco algo mas grande para ese culito tuyo.



No se que parte de mi mente movio el culo como si tuviera un
rabo, pero eso era signo de alegr�a, y si me quedaba algo de iniciativa, esta se
fue bajo la mirada dom�nante de mi Ama Cristina. Porque yo era su perro, su
esclavo, y lo mas profundo de mi quer�a darle las gracias a esa Diosa.



Y por supuesto que le di las gracias. Eso pasara en la
Segunda Parte de un "Domador Domado".




Fin 1� Parte





Espero que les haya gustado tanto como a mi imaginarlo, y si
desean hacerme alg�n comentario o animarme a seguir con la historia de ese perro
y esa Diosa m�ndenme un e-mail a
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Relato: Domador domado
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