Relato: Una alumna � una esclava sexual.



Relato: Una alumna � una esclava sexual.

Una alumna � una esclava sexual.

La historia que les voy a contar es real. Comenz� hace once a�os y a�n no termina.
Soy profesor de literatura en la secundaria. Todo comenz� en 2003, en un colegio cat�lico donde yo desempe�aba mi tarea docente. Como todo profesor, mi fantas�a n�mero uno era tener sexo con alguna de mis alumnas, sobre todo con alguna de esas que con quince a�os est�n completamente divinas. Claro que los juicios sociales obligan a actuar con rigurosa discreci�n. En mi pa�s la ley determina que con al menos quince a�os cumplidos, cualquier persona mentalmente sana est� en edad de consentir una relaci�n sexual, sin importar la edad de la otra persona, siempre que no haya dinero ni compensaci�n alguna de por medio, lo cual ser�a prostituci�n. Eso s� es ilegal. Pero si la chica quiere con un hombre mayor y todo es de com�n acuerdo, no hay delito. A�n as�, la sociedad es muy conservadora y se resiste a que un hombre maduro posea a una adolescente. En especial en las esferas religiosas y como les dije antes, todo esto sucedi� en un colegio cat�lico.

Para salvar la identidad de mi alumna omitir� su nombre real. La llamar� Cecilia. Digamos que no era la m�s hermosa del colegio, pero estaba al menos entre las diez mejores. De piel blanca, no demasiado p�lida, rubia clara de cabello largo y lacio, ojos marrones, rostro agradable, como de 1,75 de altura, alg�n kilo de m�s en la regi�n abdominal, muy buenos pechos, buena cola y su mejor rasgo f�sico eran sus piernas largas y esbeltas con muslos carnosos, rodillas delicadas y pantorrillas bien formadas. Cursaba tercer a�o de secundaria y ten�a quince a�os reci�n cumplidos, lo cual la habilitaba a consentir sexo, que era lo que a m� m�s me interesaba de ella, por no decir lo �nico.

Yo nunca me hab�a insinuado a una alumna, por temor al l�o que se pod�a armar si alguna autoridad del colegio lo notaba. Pero cuando no hab�a nadie a la vista no pod�a evitar observarlas, en especial a las mejor desarrolladas. Ellas sab�an que estaban buenas y en ocasiones les gustaba coquetear con los profesores, pues sab�an que un profesor se ten�a que aguantar. En cambio con sus compa�eros, no eran tan osadas. Un muchacho de su misma edad no tendr�a inhibiciones. De manera que m�s de una vez tuve que mantener cordura frente a alguna de esas perritas que confiaban en que yo no reaccionar�a. En el caso de Cecilia, a pesar que me gustaba, era la �ltima que se me hubiera ocurrido abordar. Es que ella era del tipo t�mida... hasta introvertida. Incluso con sus compa�eros. Ten�a un par de amigas con quienes andaba para todos lados y fuera de ellas no se daba con nadie.

Un d�a, al final de la clase, yo estaba devolviendo tareas domiciliarias que me hab�an entregado antes. Luego del timbre de salida, me dispon�a a retirarme. Ya casi todos hab�an salido del aula, excepto Cecilia y sus amigas y dos o tres rezagados por ah�. Al pasar junto a ella le se�al� que hab�a hecho un buen trabajo, excepto por un par de correcciones que le marqu� en rojo. Nada del otro mundo. Solo un par de met�foras mal entendidas y nada m�s. Con toda frialdad me contest�: �No se preocupe, profesor. Es que yo soy est�pida�. Me qued� at�nito ante esa respuesta y creo, por la expresi�n en el rostro de sus amigas, que ellas tambi�n se sorprendieron. Es decir, nadie excepto ella entendi� su respuesta. Se dio un di�logo m�s o menos as�:

- Qu� quieres decir con que eres est�pida?
- Eso... que soy est�pida.
- No digas eso. T� no eres ninguna est�pida.
- S�... soy est�pida...
Las amigas de Cecilia la miraban con total asombro. Yo las miraba a ellas y se encog�an de hombros como dici�ndome que no ten�an idea de qu� le pasaba.
- A ver Cecilia... todos cometemos errores a veces y nos sentimos mal por eso, pero no significa que seamos est�pidos.
- Pero yo s�... soy est�pida.
- Porqu� te sientes est�pida?
- Porque s� que soy est�pida.
Hice un breve silencio tratando de pensar algo que decirle. Sus amigas miraban hacia abajo como evitando que les preguntara a ellas.
- Cecilia... quieres hablar de esto conmigo o con alguien m�s? Quieres que llame a la preceptora o a alguna profesora?
- No, profesor... prefiero no hablar con nadie. Nadie me entiende...
- Est� bien... respeto tu silencio, pero por experiencia d�jame decirte que sea lo que sea que te est� pasando, no vale la pena que est�s mal o que te menosprecies. Seguro lo superar�s.
T�midamente baj� su mirada y balbuce� un gracias.
Cuando sal�a del sal�n volv� mi mirada hacia ella y vi que sus amigas intentaban animarla, pero sin �xito. Se ve�a triste. No al punto de romper en l�grimas, pero un tanto deprimida.

Mi obligaci�n habr�a sido reportar el hecho a las autoridades del colegio, pero algo en m� me dec�a que me conven�a reflexionar para tratar de entender lo que pasaba. Record� algo que me hab�a dicho la preceptora a principios del a�o lectivo, cuando los profesores somos informados de ciertos detalles a tener en cuenta sobre cada alumno en particular. Cecilia ven�a atravesando por una situaci�n que muchas veces resulta traum�tica: el divorcio de sus padres. Peor a�n, su padre emigr� a Estados Unidos y eso aniquil� su figura paterna. Su madre trabaja todo el d�a y apenas la ve unos pocos minutos y al ser hija �nica, fuera del colegio pasa mucho tiempo sola. Entonces comenc� a plantearme la siguiente situaci�n:

- Un bombonazo de chica.
- Sin padre y necesitada de una figura masculina.
- Se siente sola y est�pida.
- Con edad de consentimiento sexual.
- Se traga todos sus problemas por no tener con quien hablar.

Conclusi�n: Si logro convertirme en el �nico con quien ella hable, le hago lo que quiero. M�s claro imposible. Desde ese momento mi �nico objetivo importante era ganarme su confianza y entonces mi fantas�a de cogerme a una de mis alumnas, se har�a realidad. Claro que el plan deb�a ejecutarse con m�xima discreci�n. Al mismo tiempo la situaci�n demandaba una r�pida acci�n, ya que la depresi�n que hab�a mostrado la hac�a sumamente vulnerable y esas oportunidades no se pueden dejar pasar. Record� que una vez la hab�a visto esperando el colectivo a unas seis calles del colegio, sola. Es decir, nadie m�s va para ese lado. Como yo andaba en coche, pod�a llegar antes que ella, de modo que al final de la jornada, sal� presuroso hacia ese lugar.

Al llegar me estacion� a prudente distancia y cuando la vi llegar, antes que el sem�foro la habilitara a cruzar la calle, lentamente avanc� en mi coche, de modo que cuando ella llegaba a la parada del bus, yo bajaba del auto unos metros m�s atr�s, para no obstaculizar la parada. Ella me vio y me sigui� con su mirada. Yo evitaba el contacto visual, aunque de reojo la segu�a atentamente. Compr� cigarrillos en el kiosco y volte� hacia ella, mir�ndola fijamente. T�midamente me salud� y yo le hice una se�a con mi mano indic�ndole que viniera hacia m�. Sin decir palabra obedeci� y como hab�an un par de personas m�s que estaban cerca le susurr� al o�do que me acompa�ara a mi coche, que ten�a que decirle algo importante. Nuevamente obedeci� en silencio y caminamos juntos hasta el veh�culo. Le abr� la puerta, entr� y yo di la vuelta para ingresar por el lado del conductor. Finalmente ah� estaba ella, en mi auto justo a mi lado. Se sent� ladeada hacia m�. Se ve�a hermosa. Su falda corta del uniforme me permit�an el espect�culo de esas piernas que yo adoraba. Su cabello rubio brillaba como iluminando a�n m�s la blanca piel de su rostro de ni�a bonita. Su camisa blanca ajustada ayudaba a destacar la prominencia de sus pechos exquisitamente desarrollados, pero lo que m�s me llamaba la atenci�n era su actitud. Silenciosa, obediente, pero ya no tan t�mida. No miraba hacia abajo. Me miraba directo a los ojos, como manifestando sumo inter�s en lo que yo iba a decirle.

Esto no lo esperaba, as� que reflexion� un momento y le dije:

- Lo que tengo para decirte es muy importante, pero podr�a extenderse un poco. Tienes apuro? Debes llegar a alguna hora se�alada?
- No -respondi� con seguridad- En casa no hay nadie y a mi madre no le importa donde estoy o con qui�n...
- En ese caso te invitar� a almorzar. Conozco un lugar muy lindo y tranquilo donde podremos hablar y luego, si lo deseas te puedo llevar a tu casa.
- De acuerdo � dijo � y se acomod� mirando hacia adelante, como si fuera algo que hab�a estado esperando.

Comenc� la marcha mirando hacia delante obviamente, pero de cuando en cuando, mi visi�n perif�rica me permit�a percatarme que hab�a una sonrisa en su rostro. No era cualquier sonrisa. Era bastante disimulada, pero era la sonrisa de alguien que consigue algo, que se sale con la suya. Empec� a entender que el inusual di�logo de la ma�ana no hab�a sido casual. Ella quer�a llamar la atenci�n... mi atenci�n. Record� que la mayor�a de mis alumnos estaban para el rock and roll y para matar el silencio, puse un compacto de los Rolling Stones. Su sonrisa se hizo m�s patente.

- Te gustan?
- Me fascinan...

Dicho esto dej� que la m�sica hiciera lo suyo mientras yo me dedicaba a calcular cada palabra que le iba a decir. Ten�a la impresi�n de que en realidad no importaba, porque Cecilia parec�a estar haciendo algo que hab�a planeado, pero por las dudas prefer� asegurarme de ser yo el que manejara la situaci�n. Como dije antes, hay oportunidades que no se pueden dejar pasar.

La llev� a un restaurante nuevo que hab�an abierto hace poco en un lugar lejos del colegio. Ya hab�a ido un par de veces por lo que el camarero me reconoci�. Le pregunt� si estaba libre alg�n apartado y asintiendo con su cabeza me hizo una se�a extendiendo su mano derecha y nos gui�. A una se�a m�a Cecilia entr� primero y luego yo. Nos sentamos frente a frente, ordenamos y al irse el camarero cerr� la cortina, dej�ndonos completamente a solas. Nos miramos fijamente, en forma distendida, sin nervios por nada, pero no dej�bamos de mirarnos. Por un momento pens� que mi mirada le dec�a �quiero comerme tu sexo� y la de ella me respond�a �qu� te lo impide?�

- Tal vez te suene extra�o, pero s� exactamente lo que te pasa � le dije con total seguridad-

Ella me miraba embelesada. Por primera vez me dio a entender que sent�a una fuerte atracci�n por m�. Esto era un nuevo aliciente en pos de lograr mi objetivo. Las hormonas calientes de una jovencita inexperiente son un bocado que se mastica solo.

- S� de tu situaci�n familiar. Entiendo que te falta tu padre... debes extra�arlo y necesitarlo.

Por primera vez desde que llegamos al restaurante se le borr� la sonrisa y agach� su cabeza.

- Extra�arlo s�... necesitarlo no.
- Como as�?
- Lo extra�o porque era todo para m�, pero me traicion�. Se fue a otro pa�s. Yo entiendo el divorcio si ya no funcionaba el matrimonio, pero ten�a que irse tan lejos dej�ndome sola? No necesito de alguien as�...
- Sola no te dej�. Tienes a tu madre...
- Es como estar sola. Nunca est� en casa, ni se interesa por m�. No quiere que yo tenga novio, pero ella anda con tipos... yo lo s�. No tiene un novio... tiene varios amantes. No los lleva a casa para que yo no los vea. Por eso llega tan tarde. Porque despu�s de trabajar se encuentra con alguno.
- Y c�mo sabes que son tantos?
- Porque leo su correo electr�nico...
- Esp�as el correo de tu madre?
- S�... yo se lo abr�. Ella no sab�a como hacerlo. Yo le puse su clave de entrada, as� que puedo acceder a �l cuando yo quiero. S� todo lo que hace.
- Y qu� piensas de todo eso?
- Que ambos me dan asco. Si fuese por m� ya me habr�a largado de mi casa.

Esto �ltimo lo dijo con un dejo de indignaci�n en su mirada. Tal vez algo de odio. Era hora de poner las cosas en orden.

- Por eso te sientes est�pida?
- S�...

Se abri� la cortina y el camarero nos sirvi� nuestra orden. Volvi� a cerrar la cortina y se retir�.

- Come tu comida y luego te demostrar� que puedo poner la soluci�n a todos tus problemas al alcance de tu mano.

Volvi� a sonre�rme. De nuevo volv� a pensar que ella se sent�a en control de la situaci�n. Es decir, ella estaba ejecutando su plan. Lo que no sab�a es que yo tambi�n ten�a mi plan, probablemente mucho m�s pervertido que el de ella. En fin... comimos, luego pedimos helados de postre... hasta ah� parec�a una cita rom�ntica, es decir, el plan de Cecilia. Luego me levant� y me cambi� de silla, para quedar sentado junto a ella. Se mostr� sorprendida. Me acerqu� a su rostro y comenc� a susurrar en su o�do...

- Con tu madre dejar�s las cosas como est�n, pues te conviene. Ella est� distanciada, pero eso es justamente lo que te da libertad. No estar�as aqu� ahora si ella te controlara, no es as�?

Asinti� con su cabeza y sonri� con cierta picard�a.

- Respecto a tu padre, bien lo dijiste t� misma: ya no lo necesitas. �l fue el que te educ� como ni�a y aunque te sientes abandonada y traicionada, tu sufrimiento terminar� tan pronto te des cuenta que ya no eres una ni�a...

Mientras le dec�a esto not� que su rostro se acercaba m�s al m�o... es decir, al principio yo le hablaba al o�do, pero ella comenz� a ladear su rostro, buscando mis labios. Continu� hablando:

- Ahora lo que necesitas es otro hombre que te eduque como mujer... y t� sabes bien qui�n es ese hombre, verdad?
- Qui�n es?... - pregunt� susurrando mientras sus ojos se entrecerraban rom�nticamente -

En ese momento, justo un instante antes que sus labios llegaran a los m�os, le di una peque�a bofetada. Nada muy fuerte, m�s bien como un juego, apenas con las yemas de mis dedos. La sorpresa la hizo abrir sus ojos y su boca, por el asombro, pero sonre�a. Se daba cuenta que fue como un juego. Obviamente no me iba a arriesgar a un esc�ndalo en un lugar p�blico con una menor de edad. Antes que pudiera decir algo tom� un mech�n de su pelo y ladeando su rostro para volver a hablarle al o�do, le dije:

- No te hagas la pelotuda conmigo. No soy uno de tus compa�eritos, sabes? Ahora responde lo que te pregunt�... qui�n es el hombre que t� misma elegiste para que te eduque como mujer?
- Usted... se�or...

Solt� su pelo y tomando suavemente su ment�n, dirig� su rostro hacia el m�o.

- Ves como ahora lo reconoces? Por primera vez me has llamado se�or en lugar de profesor. M�s adelante entender�s cu�l es la diferencia, pero por ahora recuerda: en el colegio soy profesor. Fuera de �l, me dir�s se�or. Entendido?
- S�, se�or...

As� como la ten�a tomada del ment�n la atraje hacia m� y comenc� a besarla. Un par de roces en los labios y abr� mi boca dejando salir mi lengua. Inmediatamente abri� la suya y ambas lenguas libraron su batalla. Con mi mano derecha empec� a masajear la base de sus pechos firmes y carnosos. La mano izquierda con la que hab�a tomado su ment�n, la baj� abruptamente a su entrepierna, por debajo de su falda y fui derecho a frotar su vagina de arriba a abajo. No hizo nada por detener mi mano sobre sus senos, pero con ambas manos intent� detener la que iba bajo su falda. Solt� sus pechos y volv� a jalar su cabello y le susurr�:

- Si quieres que te eduque como mujer, comp�rtate como mujer. Primero: No puedes gritar pues estamos en un lugar p�blico. Segundo: nunca intentes impedirme nada. Har�s todo lo que te diga y te dejar�s hacer todo lo que yo quiera. Yo mando. T� obedeces. As� es como funciona.

En ese momento apart� sus manos de la m�a y continu� acariciando su zona p�bica. No tard� en empezar a humedecerse. A�n la ten�a tomada por el cabello y jalando hacia atr�s la sostuve mirando hacia arriba, lo cual me dejaba su cuello ofrecido. Comenc� a lamerlo y lo degustaba como al m�s exquisito manjar. Su respiraci�n comenz� a agitarse y solt� un par de jadeos. De nuevo le susurr� que est�bamos en un lugar p�blico y deb�a contenerse. La cortina evitaba el contacto visual, pero se pod�a escuchar cualquier cosa fuera de tono. Le dije que respirara por la nariz. Tan pronto se normaliz�, mi mano que la acariciaba por encima de sus pantis, se desliz� por dentro de �stas y ahora el contacto era directo, mis dedos con su carne �ntima.

- No, por favor -susurr�- Eso no...

Volv� a dirigir su rostro hacia el m�o y otra vez la bes�, para que no hablara mientras la penetr� con mi dedo medio y curv�ndolo hacia dentro, comenc� a recorrer su punto G.
Se contorsion�, pero no hizo ning�n intento por impedirme nada. Luego relaj� sus m�sculos, como entreg�ndose definitivamente. Se estaba dejando. La controlaba a voluntad. En un momento comenz� a agitarse m�s y m�s, pero como mi boca se com�a la suya sigui� respirando por la nariz, hasta que las convulsiones vaginales y los jugos que flu�an como manantial, me indicaron que se estaba echando el tal orgasmo. A medida que se iba calmando, yo disminu�a el ritmo de mi dedo hasta que lo saqu�. Dej� de besarla y sin darle tiempo a nada le met� el dedo en la boca y le orden� que probara sus jugos. Chup� mi dedo y luego recorri� el resto de mi mano con su lengua. Luego se qued� mir�ndome fijamente y me sonre�a. Volv� a besarla y entre besos y caricias que nunca trat� de impedir, la tuve varios minutos. No me daban las manos para todo lo que hab�a para tocar. Y la suavidad de su piel. Podr�a haberme quedado ah� por horas, si no fuera porque est�bamos en un restaurante. Luego le dije que se arreglara un poco las ropas que ya nos �bamos. Ped� la cuenta, pagu� y le dej� una gran propina al camarero y nos fuimos. Al salir el camarero me dijo al o�do que cuando tenga citas as� lo llame previamente y me reservar� el mejor apartado. En cuanto a Cecilia, por m�s que se hab�a acomodado un poco las ropas, se notaba que sali� distinta que como entr�. Camisa y pollera con arrugas y humedad que corr�a por ambos lados de su entrepierna. Incluso la parte alta de sus calcetines blancos se notaba h�meda.

Cuando llegamos al auto, Cecilia se qued� esperando junto a su puerta. Yo entr� por la m�a, pero en vez de abrir la puerta de ella solo baj� un poco la ventanilla. Me acerqu� un poco a ella y le dije que si quer�a que le abriera la puerta deb�a pagar un precio. Le dije que se quitara sus pantis h�medas y me las diera por la ventanilla. Mir� a su alrededor y vio que hab�an personas mirando. Me mir� como advirti�ndome de la situaci�n. Le dije:

- De eso se trata, Cecilia... yo mando... t� obedeces. Mujer o ni�a est�pida?

Aquella sonrisa cada vez menos inocente, se volvi� a dibujar en su rostro y ante las miradas at�nitas de quienes pasaban por ah�, levant� su falda se sac� las pantis pierna por pierna y apoyando una mano en la puerta del auto, me entreg� las pantis por la ventana, poni�ndose en puntas de pie y dejando su cola bien parada. Aplausos y silbidos se escucharon mientras se sub�a al auto. Tras cerrar la puerta arranqu� y nos fuimos.

- Donde me lleva ahora, se�or?
- A mi casa, ya que no tienes apuro por llegar a la tuya.
- Y qu� me va a hacer en su casa?
- No preguntes, Cecilia... mejor imagina.

Volv� a poner m�sica y ya no hablamos durante el resto del camino.

Ustedes tambi�n imaginen lo que le hice en mi casa. Se los relatar� pr�ximamente en la segunda parte. Si les gust� la primera, dejen votos por favor. Gracias.
















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