Relato: Ariel y Juan





Relato: Ariel y Juan

ARIEL Y JUAN



Hace algunos d�as que me encontraba de ocioso, entr� a la red
y me top� con una direcci�n de narraciones er�ticas.



No cabe duda que cada uno de nosotros tiene muchas cosas
guardadas, ya que al leer algunas de las historias, mi mente vol� a una
situaci�n que me pas� cuando yo ten�a alrededor de 22 a�os.



No obstante la poca experiencia de mi vida hasta entonces,
gozaba de un buen trabajo como sub�gerente de una prestigiada empresa, y hasta
me parec�a notar alguna "envidia" en mis amigos: ciertamente que mi sueldo no
era cosa del otro mundo, pero si auguraba un futuro promisorio, ya que d�a a d�a
agrandaba mi c�rculo de amistades, los clientes prefer�an mis servicios y mis
jefes notaban que yo ten�a "madera" en las relaciones humanas y poco a poco me
daban m�s "juego" en mis responsabilidades, e incluso algunas clientes me hab�an
"ofrecido sus favores", lo cual nunca despreci�.



Entre mis clientes figuraba un prominente empresario. Cuando
�ste iba a tratar alg�n asunto de negocios, a veces se hac�a acompa�ar de su
�nico hijo, Ariel, al que yo conoc� cuando el chico ten�a alrededor de 11 a�os,
a quien se le notaba "algo", o sea que apuntaba a ser gay, cosa que a mi me era
totalmente indiferente.



Mientras el cliente, mi amigo, trataba con quien correspond�a
en mi trabajo los asuntos de sus empresas, su hijo Ariel platicaba conmigo; sin
embargo yo no ten�a entonces ninguna malicia en relaci�n a sus posibles
inclinaciones y menos de que ambos lleg�ramos a tener un futuro encuentro.



As� pasaron alrededor de 2 a�os. Ariel lleg� a sus 13, y con
sus 13 arrib� a la adolescencia, etapa de acelerados cambios en todos: hombres y
mujeres.



A esta edad el chico ya iba solo a mi oficina a cumplir
encomiendas del trabajo de su padre, lo cual hac�a especialmente en �poca de
vacaciones escolares.



Un d�a, en tanto transcurr�a el a�o escolar, su pap� tuvo que
realizar un viaje imprevisto al extranjero a donde lo acompa�ar�a su esposa, la
mam� del chico.



Ariel se quedar�a solo en su casa.



�ste era un chico tranquilo por lo que no habr�a mucho que
temer, excepto el atenderlo con alimentos y ropa limpia, para lo cual se contaba
con la ayuda de la sirvienta que atend�a a la familia solo por las ma�anas.



Previendo cualquier contingencia, su pap� habl� conmigo y me
inform� de su imprevisto viaje; me da una dotaci�n de dinero en efectivo, para,
en caso necesario, le hiciera llegar a su hijo en las dotaciones adecuadas.



El pap� y la mam� del chico se fueron a su viaje un jueves
por la tarde.



Al d�a siguiente, el viernes, al filo del medio d�a, cuando
ya todos mis compa�eros trabajadores se hab�an marchado a sus casas, yo me hab�a
quedado solo en la oficina ordenando mis papeles de trabajo.



Repentinamente oigo que tocan por el ventanal que da a la
calle y miro: era Ariel, quien sonriente me pide le abra la puerta para entrar,
para lo cual no tuve ning�n inconveniente.




Hola, Ariel, buenas tardes, �c�mo estas? Pasa, por favor.


Buenas tardes, Juan. Solo pas� a saludarte. Voy rumbo a
casa porque acabo de salir del colegio. Me entretuve un poco porque como estoy
solo, no ten�a caso ir a encerrarme.


No te preocupes. Estaba por retirarme a comer. Si gustas te
invito.




El chico se alegr� por mi invitaci�n.




Claro, Juan. Acepto tu invitaci�n; no me gusta comer solo.


Ariel, solo que me esperar�s un momentito, ya que
precisamente en el momento en que tocaste iba al WC, porque me estoy orinando.




En realidad si me estaba orinando. Entonces Ariel me dice:




Yo tambi�n quisiera pasar al WC, porque precisamente
tambi�n me est� sucediendo lo mismo: quiero orinar.


El WC est� ac� atr�s. Pasa, Ariel, por favor.




Como la oficina era de pocos trabajadores, los ba�os eran
chicos. Era un peque�o cuarto de dos metros cuadrados, donde estaban la tasa y
el mingitorio.



Entramos los dos. Ariel se dirigi� a la tasa y yo a hacer uso
del mingitorio.



Ariel se desabroch� el pantal�n y dej� que �ste junto con su
calz�n, cayera hasta sus tobillos, por lo tanto pude ver a plenitud sus nalgas:
eras chiquitas, blanquitas, duritas. Su pene, aun cuando ya hab�a empezado a
crecer se notaba durito y con algunos tupidos pelillos en su base. Sus
test�culos ya hab�an descendido a su bolsita. No puedo negar que sent� que algo
nuevo, raro, extra�o y bonito, como un escalofr�o recorr�a mi cuerpo.



Trat� de controlar una erecci�n. No era posible que me
estuviera sucediendo eso en presencia de un chico. Adem�s, Ariel era casi un
ni�o.



Ariel rompi� el silencio:




Nunca hab�a visto el pene de un hombre. La tienes grande,
Juan.




Me qued� callado. No supe que decir.



Ya no pude controlar mi erecci�n. M�s r�pidamente que nunca
se me puso inusitadamente dura. No dispongo de un miembro desmesuradamente
grande. No puedo presumir lo que no tengo, pero si me mide alrededor de poco m�s
de quince cent�metros de extensi�n, y de un grosor un poco m�s que normal,
digamos que regular, capaz de hacer feliz a cualquier persona que quisiera que
la penetrara. Ariel volvi� a hablar.




�Me dejas tocarla?




No alcanc� a responder cuando el chico ya la hab�a tomado en
sus manos y empez� a acariciarla con suavidad.



Por instinto me puse frente el chico y �l se la llev� a la
boca: empez� a succionar con el hambre de tener el duro miembro de un hombre en
su boca.



Como ten�a sus pantalones en los pies, sus blancas, duras y
bellas nalgas al descubierto, no resist� la tentaci�n y empec� a tocarlas,
dirigiendo obviamente mis dedos a su abertura. Not� que era virgen.




Ariel, �eres virgen�!


Si, Juan, y deseo que me lo quites.


Pero aun eres un ni�o y seguramente que ser� muy doloroso
para ti.


No importa, te quiero desde que te conoc� y no puedo dejar
pasar esta oportunidad de estar solo para sentirte dentro de m�.




Pasaron mil cosas por mi pensamiento: c�mo era posible que
yo, que me jactaba de ser un conquistador y seductor de mujeres estuviera siendo
seducido por un jovencito. Sin embargo el instinto, a veces, es m�s fuerte que
la inteligencia y me dej� llevar por �l, pero si pensando que no est�bamos en el
lugar adecuado: en cualquier momento llegar�a alg�n compa�ero de trabajo y nos
podr�a descubrir.




Ariel, vamos a comer, y ah� platicamos. �Qu� te parece?


Vamos.




Nos acomodamos nuestras ropas, salimos del WC y luego de la
oficina. Nos dirigimos a un restaurante para ejecutivos que yo conoc�a, el cual
dispon�a de peque�os reservados para los clientes que los solicitaran, donde
podr�amos conversar sin que nadie nos viera ni nos escuchara.



Al llegar al comedor del restaurant solicit� un reservado
para dos personas. Ordenamos la comida y de inmediato nos dirigimos al lugar que
nos fue asignado. Ariel y yo quedamos frente a frente, solo con una peque�a mesa
de por medio.



El mesero nos llev� pronto el servicio de alimentos que
acompa�amos con bebidas: yo ped� un escoc�s doble; Ariel una coca-cola, pues era
menor de edad y no le pod�an servir ni siquiera cerveza.



Yo segu�a excitado hasta el tope. Sent�a que mi lanza en
cualquier momento podr�a romper mi pantal�n.



H�bilmente el chico empez� a tocarme por debajo de la mesa.
Baj� el ziper de mi bragueta y mi lanza salt� bruscamente en busca de libertad.
No dijimos nada. El silencio reinaba en aquel reservado. Solo la tenue m�sica
ambiental disipaba el ambiente.



Ariel se desliz� por debajo de la mesa y empez� de nuevo a
succionar traslad�ndome a un mundo para mi desconocido.




Ariel, ten cuidado que me correr�.


Dame toda tu leche en mi boca, Juan. Dame toda tu leche.




Sent� un estremecimiento a lo largo de todo mi cuerpo.
Repentinamente mis cabellos se erizaron, mis test�culos explotaron y fuertes y
calientes chorros de leche llegaron a la garganta de Ariel, quien estuvo a punto
de ahogarse, sin embargo, supo contenerse.




�Oooohhhhh� me corro, Ariel, me corro!


Dame toda tu leche, Juan, dame toda tu leche.
�Ooooggggghhhhh�, dame m�s�! �Ooooggggghhhhh�, dame m�s�!




Mi corrida fue espectacular. Si hubiera habido un medidor de
r�cords, creo que hubiera quedado registrada en Guiness como la corrida m�s
abundante de toda la historia.



Al exprimir totalmente mi pija, Ariel se incorpor� y pude ver
su cara sonrosada y mi leche escurriendo por las comisuras de sus labios. Tom�
una servilleta de papel, limpi� su cara y apurando medio envase de su coca-cola,
mi leche fue a parar directamente a su est�mago.



Aquel chiquillo era fenomenal; a�n era casi un ni�o, o un
ni�o que pretend�a ser adolescente y ped�a a gritos ser desflorado.



Pasado aquel gran momento, yo continuaba en silencio: aun no
comprend�a la magnitud de la situaci�n. Como las otras recientes veces, Ariel
reinici� el di�logo:




Juan, �qu� te parece que hoy por la noche vayas a casa?


No se, Ariel, si quisiera pero me siento un poco
confundido.


Estoy solo. Eso ya lo sabes. Quiero que me quites mi
virginidad. La he guardado por siempre para ti. Quiero que pasemos juntos toda
la noche. Ma�ana es s�bado y no trabajar�s.


�Y qu� podr� decir en casa para justificar mi ausencia?


Di que saldr�s de comisi�n en tu trabajo y que regresar�n
al d�a siguiente.


Pero para ti puede ser muy doloroso, Ariel.


No importa, si no eres t�, ser� otro, y quiero que seas t�
el primero.


Bien. Llegar� a tu casa como a las 8 de la noche. Ir� en mi
bochito.


Lo meteremos a la cochera para que no quede en la calle.
Adem�s hay despensa suficiente para comer todo el fin de semana.


De acuerdo, all� ir� a las 8 de la noche.




Terminamos nuestra comida. Solicit� y cubr� la cuenta y nos
despedimos con un "hasta la noche".



Ariel se dirigi� a abordar el autob�s que lo conducir�a a su
casa. Yo tambi�n me fui a la m�a. Llegu� a casa caminando, por lo que mi mam� me
pregunt�:




Juan, hijo, �d�nde has dejado tu autom�vil?


Lo he llevado a que lo revisaran, madre, es que en un
momento m�s saldr� a carretera porque fui comisionado para asistir a una
reuni�n de trabajo en la oficina matriz. Ya vez que est� a 3 horas de
distancia y regresar� hasta el pr�ximo domingo por la tarde.




El instinto me llev� a tejer esta mentira: ni mi coche estaba
en el taller ni yo saldr�a fuera.




�Quieres comer, hijo?


No, madre, gracias. Ya he comido. Solo he venido para
avisarte de mi salida y por un poco de ropa.


Bien, hijo. Toda tu ropa est� limpia y ya sabes donde est�
la maleta.




Hice mi maleta con ropa para 2 d�as, me desped� de mi madre y
me retir� caminando de nuevo. Antes de entrar a la oficina me dirig� a mi
bochom�vil y dej� en �l mi maleta, ya que a mis compa�eros de trabajo no podr�as
decirles la misma mentira.



Trabaj� por la tarde de forma "normal", mientras mil ideas me
cruzaban por la mente. Esper� "trabajando" hasta que se aproximaran las 8 de la
noche, que era la hora de mi cita con Ariel.



Cuando la hora estaba pr�xima, me desped� de mis compa�eros
con un "hasta el lunes". Yo ya sab�a llegar a su domicilio, pues hab�a
acompa�ado a su pap� en varias ocasiones, as� que no hubo mayor problema.



Previamente, entre mi trabajo y su casa hice una escala en
una farmacia y compr� algunos preservativos y una jalea lubricante y anest�sica,
ya que aquella cita en ese inesperado fin de semana se vislumbraba demasiado
excitante y extenuante.



Llegu�. Pens� un minuto m�s en todo lo que podr�a pasar.
Ariel era solo un adolescente. Sin embargo, toqu� el timbre de la puerta.



Ariel que en ese momento estaba solo, me abri� y me permiti�
el acceso.



Como dije al principio, era una familia de sociedad y viv�an
muy bien. Yo era solo un pobre empleadillo que no ten�a m�s patrimonio que mi
bocho comprado de segunda mano con muchos sacrificios. Eso si: mi vida era una
lucha diaria para superarme en todos los sentidos.



Pasamos a la sala. En cuanto la puerta se cerr� atr�s de
nosotros, Ariel me abraz� y me dio un ardiente beso en los labios el cual
correspond� en toda la extensi�n de la palabra. Era la primera vez que yo besaba
a un hombre. La diferencia era solo la inexperiencia del chico para estos
menesteres.



Poco a poco, sin sentirlo nos fuimos despojando de nuestra
ropa hasta quedar totalmente desnudos. Entonces pude ver en toda su
magnificencia el juvenil cuerpo de Ariel: era el cuerpo de una mujer
adolescente, solo con la diferencia que en la parte del bajo vientre ten�a sus
test�culos y un peque�o pene apenas coronado por una naciente mata de pelitos.



Me dej� llevar por el momento: estar en contacto total con
aquella piel suave y tersa era algo muy diferente a lo que yo hab�a
experimentado hasta entonces.




Hazme tuyo, Juan, hazme tuyo.




Cual novia que es llevada al t�lamo nupcial, tom� a Ariel en
mis brazos y sin separar nuestros labios lo conduje hasta la rec�mara de sus
padres, la rec�mara principal. Supe cu�l era ya que la puerta estaba abierta; en
el centro de aquella habitaci�n luc�a una cama kingsize en perfecto orden y
limpieza.



Ambos desnudos seguimos en la cama dando soltura a nuestra
pasi�n.



Ariel temblaba como un pajarito. Yo me encontraba a mil. A
mis 22 a�os nunca hab�a tenido el privilegio de ser el primero de una mujer,
pero ser�a el primero de un jovencito que casi era una mujercita.




Hazme tuyo, Juan, hazme tuyo.




Repet�a Ariel una y otra vez.



A sus 13 a�os, como una novia en el lecho nupcial, Ariel
temblaba de emoci�n y excitaci�n.



En tanto yo lo besaba en el cuello, en la boca y le
succionaba los pezones, al un�sono le estrujaba las nalgas y tocaba su culito
virgen introduciendo mis dedos con delicadeza. Yo me apretaba a su cuerpo
deseando estar dentro de �l. Ya no me importaba que le doliera, al fin y al cabo
�l me estaba gritando que ya lo hiciera.



Ariel frente a frente se recost� sobre de mi y sigui�
bes�ndome.



Como si fuera una mujer, abri� sus piernas y acomod� su
cuerpo de forma tal que mi pene tocara con su glande los pliegues de sus nalgas.
Mov�a su pelvis c�mo que ya est�bamos haciendo el sexo lo cual me hac�a desearlo
m�s a cada momento.




�Te lo meto, Ariel?


���Sssssiiiiiii!!!!!, pero por favor, despacito. Quiero
gozar y sentir mi desfloraci�n


�Ariel, en realidad eres virgen?


Si, Juan, soy virgen para ti solo.


Lo har� con cuidado. Si te duele me dices, pero no vayas a
gritar, por favor.




Volt�andose me ofreci� sus nalgas. Delicadamente las abr�
apuntando la punta de mi lanza a su hoyito previamente ensalivado y mojado con
mis l�quidos preseminales.



Despu�s de varias embestidas sin �xito para m� y con un poco
de dolor para �l, presion� con mayor seguridad logrando abrir un poco de camino.
Introduje mi cabeza, lo cual le hizo que Ariel mordiera la almohada de dolor. El
panorama hab�a cambiado un poco: el dolor es el dolor.




�Detente, Juan, por favor!, �me duele mucho!




Sin sacarla, detuve mi embestida: hab�a logrado introducir mi
cabeza que ya amenazaba romper el esf�nter de Ariel y desflorar su virginidad.




Afloja un poco el cuerpo, Ariel. Est�s muy tenso.


�C�mo, Juan? No s�.


No te aprietes. Estas tenso de todo el cuerpo.


Es que me duele mucho.....


Te duele porque no est�s cooperando. Coopera un poco. Te
voy a decir c�mo.


�C�mo....?


No muerdas la almohada. Deja de apretar la almohada con los
dientes.


Suelta las manos y los brazos, como si te quisieras quedar
dormido....




Ariel lo hizo poco a poco y sigui� las instrucciones que le
iba dando.




Suelta tambi�n las piernas.... afloja las nalgas...




Cuando sent� que se relaj� un poco embest� de nuevo con
fuerza, rompiendo, ahora si, lo que ten�a que romper para dar paso a mis 16 cms.
de carne caliente.



Ariel mordi� de nuevo la almohada y llor� de dolor y de
placer: A sus trece a�os reci�n cumplidos hab�a logrado su sue�o de ser
desflorado por el hombre que �l mismo hab�a escogido: yo



Empec� primero un delicado "mete y saca" que poco a poco
aument� de velocidad hasta que el gesto de placer del rostro de Ariel me dijo
que el dolor hab�a desapareci� por completo para dar paso, a partir de esa
ma�ana a muchas horas de placer que Ariel y yo repetimos durante algunos a�os.




�Oh, Juan, me has introducido todo tu pene!


Si, Ariel, te ha entrado todo.... �Oooohhhhh!


�Aaaahhhh...!, �Aaaahhhh...!, �Aaaahhhh...!, �Aaaahhhh...!




Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y
toda hasta el fondo, Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y
toda hasta el fondo... Era un placer indescriptible. El dolor hab�a cedido por
completo... ahora era gozo y placer. A sus apenas 13 a�os recientemente
cumplidos era penetrado por su primer pene.



Repentinamente y sin yo desearlo, extraje todo mi miembro de
su interior. �Que enorme vac�o dej�...!. No supe por qu� lo hacia, pero el
instinto nos llev� a cambiar de posici�n.



Lo puse al borde de la cama y acomodando sus pies sobre mis
hombros me arrodill� en el piso. Apunt� la punta de mi lanza a su objetivo que
sin ning�n impedimento se perdi� totalmente en su ano sangrante.



Es la posici�n que siempre me ha gustado m�s para hacer el
amor, ya que mientras penetro, nos podemos besarnos.




�Oooohhhhh, Juan, d�melo todo, Juan!


Todo... es tuyo...., Ariel... Todo... es tuyo...., Ariel...
Todo... es tuyo....,


�Aaaahhhh...!, �Aaaahhhh...!, �Aaaahhhh...!, �Aaaahhhh...!




En tanto lo penetraba hasta el fondo, Ariel me besaba en la
boca, en el cuello, o succionaba mis pezones surgiendo de �l la mujer que lleva
dentro.



Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y
toda hasta el fondo, Casi toda afuera y toda hasta el fondo, Casi toda afuera y
toda hasta el fondo... Era un placer indescriptible.



Ese placer lo experimentamos Ariel y yo muy seguido durante
los a�os que siguieron y que pudimos hacerlo. Puedo decir que nuestras
relaciones fueron en un plano de mutua atracci�n. Cuando dejamos de vernos
porque tuvo que irse a estudiar a USA, �l ten�a casi 17 a�os.



Posteriormente, buscando mi superaci�n en todos los sentidos,
yo emigr� a otra ciudad. Pocos a�os despu�s me cas�, form� una buena familia y
nunca hemos vuelto a tener encuentros. No quiero pensar que pudiera suceder si
Ariel y yo nos encontr�ramos.



Si tienes relatos gay, de incesto, de zoofilia, etc., env�ame
y yo te mando m�s. Mi e. mail es el siguiente:



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