Relato: Recuerdos del Seminario





Relato: Recuerdos del Seminario

RECUERDOS DEL SEMINARIO



El amor por un compa�ero del seminario hizo cambiar mi
vocaci�n



A ra�z de la publicaci�n de mi relato Oscar, mi primer y
largo amor
, he conocido a un chico de mi edad que se llama Jorge. Me envi�
un correo, empezamos a escribirnos y, como no vivimos muy lejos, quedamos en
vernos un d�a, conocernos y hablar con tranquilidad.



Yo me llamo Luis, trabajo en una agencia de turismo y tengo
24 a�os. M�s detalles de mi vida y de mi personalidad las encontrar�is en el
relato que he mencionado; era el primer relato que escrib�a pero ha sido Jorge
quien me ha animado a escribir �ste. El protagonista es �l, y la historia que os
cuento es la fiel reproducci�n de lo que Jorge me cont�.



Cuando Jorge ten�a 16 a�os sus padres le enviaron a estudiar
al seminario de una congregaci�n religiosa. El ambiente cristiano de su pueblo
era un terreno propicio para que se desarrollara en �l esa vocaci�n de entrega
total a Dios, y Jorge accedi� gustoso. Era entonces un adolescente sano,
inteligente, de car�cter simp�tico y alegre. Era alto para su edad, con un
cuerpo robusto, acostumbrado a la vida en el campo.



Hab�a vivido su pubertad sin grandes traumas, apenas algunos
contactos con muchachos como �l con quienes, en las tardes que iban hasta el r�o
cercano, se ba�aban juntos, sin malicia. All� Jorge pudo comprobar que los
cambios que se estaban produciendo en su cuerpo, eran normales. Como a sus
compa�eros, tambi�n a �l le estaba naciendo una mata de vello en su pubis, un
vello negro y rizado. Tambi�n en su pecho, en sus axilas, y hasta en un
incipiente bigotillo que enmarcaba sus labios grandes y carnosos.



A veces observaba a los otros y ve�a que, como a �l, la verga
iba creciendo, tomando una forma y un volumen de adulto. Los juegos con sus
amigos no pasaron de algunas pajas que se hac�an, cada uno la suya, sentados
entre la maleza, lejos de miradas indiscretas. Todo consist�a en ver qui�n la
ten�a m�s grande y qui�n se corr�a el primero. A veces sal�an conversaciones
sobre chicas, y alguno algo mayor dec�a �o pretend�a- haber visto a alguna de
ellas desnuda o incluso haberles metido mano. Y entonces las pajas se hac�an m�s
r�pidas y chorros de semen ca�an sobre la hierba.



As� de normal era Jorge cuando, cargado con su equipaje,
lleg� a la puerta del seminario. El Rector lo acogi� paternalmente, le mostr� la
casa y le llev� hasta el dormitorio para que se instalara. Era una habitaci�n
bastante grande, con 4 camas y sus armarios respectivos. En el extremos, dos
servicios, dos lavabos y dos duchas. Luego pudo constatar que hab�a varias
habitaciones as�, a lo largo del pasillo.



Jorge observ� que, aparte de la cama que le hab�a sido
asignada, otras dos estaban ya ocupadas: hab�a ropa sobre ellas. Abri� su
maleta, arregl� sus cosas y baj� hasta el comedor adonde iban llegando los otros
seminaristas ya establecidos en la casa. Calcul�, a primera vista, que deber�an
ser unos veintitantos. All� cursaban los �ltimos a�os de secundaria antes de
entrar al Seminario mayor. El Rector tuvo unas palabras de presentaci�n y Jorge
se sinti� feliz al o�r el aplauso de bienvenida que le dedicaron sus nuevos
compa�eros. Luego se sentaron en mesas de 4.



De aquella comida Jorge s�lo guarda un recuerdo imborrable,
el de un compa�ero que dijo llamarse David. Por un momento le hizo experimentar
sensaciones extra�as. David ten�a 15 a�os, uno menos que �l. Luego supo que
ven�a de la ciudad. No era alto ni ten�a la musculatura de los chicos del campo.
Ten�a un hermoso cabello rubio, ojos claros, y una sonrisa dulce que desde el
primer momento le fascin�. Hasta los gestos de sus manos al comer y al
expresarse eran de una delicadeza y suavidad incre�bles.



La sorpresa lleg� cuando, a la hora de ir a acostarse, Jorge
constat� que David era uno de sus compa�eros de habitaci�n. El otro, Rom�n, era
un muchacho m�s bien gordito, nada atractivo y, como pudo constatar m�s tarde,
de sue�o profundo del que se escapaban ligeros ronquidos.



Las normas del seminario eran estrictas: hab�a que guardar
silencio o hablar muy bajito en el dormitorio y, sobre todo - lo hab�a dicho el
Rector- guardar siempre una gran modestia y respeto mutuo. Jorge hubiera querido
preguntarle muchas cosas a David, pero aquella primera noche no fue posible.
Rom�n fue el primero en meterse en la cama. Al poco David sali� de la ducha
vestido con su pijama, le hizo una sonrisa de buenas noches y se acost�.



Cuando Jorge se acost� tambi�n, mil pensamientos pasaron por
su mente: su casa, sus padres, sus amigos, sus juegos y peque�as aventuras� Y
sobre todo la figura del peque�o David que le estaba haciendo sentir algo
desconocido para �l. Casi inconscientemente baj� su mano hasta su entrepierna y
acarici� su verga. Al contacto se fue poniendo dura poco a poco. Se baj� un poco
el pantal�n del pijama y el slip, y empez� una suave masturbaci�n, sin hacer
ruido. No necesit� mucho tiempo para que su mano se viera llena del pegajoso
semen que sali�. Se limpi� como pudo en su slip y se qued� dormido. Sinti�
verg�enza al pensar que estaba en un seminario y que �l, como sus compa�eros,
estaba destinado a realizar una gran vocaci�n.



No le fue dif�cil a Jorge acostumbrarse al ritmo del
Seminario: las clases, los rezos, las comidas, los juegos� Una vida un tanto
cerrada, pero que Jorge aceptaba como parte de su entrenamiento para la vida
consagrada por la que optaba. Pero hab�a algo que iba creciendo en su interior y
le desconcertaba: era la atracci�n creciente que iba sintiendo por David. Hac�a
esfuerzos por disimular, pero sus ojos se le escapaban tras la figura sencilla,
dulce y atractiva de su compa�ero. Admiraba sus ojos, su porte, su voz delicada.
No es que David tuviera nada de afeminado, al contrario era un chico muy normal,
educado, agradable en su conversaci�n. David pon�a todo su esfuerzo en los
tiempos dedicados al trabajo en la huerta del seminario o en los partidos de
f�tbol que organizaban en los momentos de deporte. Jorge gozaba viendo ese
cuerpo sudado, con la ropa pegada a la piel.



Llevaba ya varias semanas en el Seminario, y lo m�s que hab�a
podido ver de David era cuando llevaba los pantalones cortos, tipo bermudas, que
dejaban ver sus piernas apenas cubiertas por un vello rubio, clarito, como sus
brazos. A Jorge le parec�a contemplar a un �ngel y en �l fue creciendo el deseo
de tenerlo cerca, de acaparar su conversaci�n, de escuchar alguna palabra suya
dirigida a �l. Le observaba cuando se mov�a, cuando se agachaba. Intentaba
imaginar los perfiles de su cuerpo, la forma de su culo. Los pantalones anchos
que usaba David no dejaban traslucir la forma de su paquete. �Ser�a un �ngel sin
sexo?



El deseo creciente de ver a David desnudo, de tocarlo, de
acariciarlo, fue creciendo en �l. Intentaba alejar de s� esos pensamientos, pero
no pod�a. Se repet�a una y otra vez que ambos eran seminaristas, que �l nunca
hab�a sentido nada as� por un chico. Pero la atracci�n era m�s fuerte que �l.
David segu�a indiferente: jam�s tuvo un gesto que pudiera denotar algo anormal
en un chico de su edad. Por la noche, Jorge esperaba una ocasi�n en que pudiera
verle m�s de cerca. Pero David, regularmente, entraba en la ducha con su ropa
normal y sal�a de ella con el pijama, o con el pantal�n de deporte. Las noches
se hac�an eternas. Rom�n dorm�a como siempre con sus ronquidos entrecortados. Y
David, cubierto con su s�bana, no dejaba entrever nada, por m�s que los ojos de
Jorge contemplaran los ocultos perfiles de su cuerpo. Sus masturbaciones se
hicieron habituales. El deseo crec�a.



Hubo un d�a en que Jorge subi� al dormitorio a tomar unas
cosas. El armario de David estaba entreabierto. Mir�. En el suelo hab�a algo de
ropa sucia en espera del d�a indicado para echarla a lavar. Jorge mir� con
curiosidad. Entre algunas camisetas y pantalones hab�a un slip blanco. Super� un
primer movimiento de asco y lo tom� en sus manos. Not� que estaba algo h�medo:
�sudor? �restos de semen? Lo apret� entre sus manos en una fantas�a de estar
apretando el cuerpo de David. Lo acerc� luego a su entrepierna y not� que su
verga se endurec�a. Entr� r�pidamente al servicio, cerr� la puerta, se desnud� y
se puso el slip de David. Le ven�a muy apretado, pero le hizo sentir como si el
mismo David le estuviera acariciando sus partes m�s �ntimas. No pudo evitar una
masturbaci�n que acab� con gotas de semen en el inodoro. Luego dej� todo como
estaba.



La tensi�n iba aumentando en la vida de Jorge. Intentaba
seguir su vida normal. Se entusiasmaba con las charlas de los profesores que les
hablaban de la belleza de su vocaci�n, que cultivaban en ellos la llamada de
Dios. Sin embargo, en lo m�s �ntimo de su ser, Jorge se debat�a con algo que ya
no dudaba en llamar enamoramiento. Y lo que m�s le angustiaba era pensar que no
se estaba enamorando de una chica, sino de uno de sus compa�eros. Lo que sent�a
por �l era indescriptible: deseaba verlo, tocarlo, acariciarlo, sentir el calor
de su cuerpo� Era una lucha entre la tentaci�n y el deseo, entre su voluntad de
ser fiel a la llamada de Dios y la fuerte atracci�n de la carne que le impulsaba
con pasi�n hacia una relaci�n que nunca hubiera imaginado, pero que ahora no
pod�a retirar de su mente.



Todo se aclar� una ma�ana de primavera. Al despertar, Jorge
vio que David, contrariamente a sus usos habituales, no se levantaba. Se duch�,
se arregl� y, al volver del ba�o, vio que David segu�a acostado. Se acerc� a la
cama.




�Te pasa algo, David? �No te encuentras bien?


He dormido muy mal. Me duele mucho la espalda; casi no me
puedo mover.


No te preocupes, ahora aviso al Rector, vale?





Jorge baj�, le avis� y se uni� a los rezos de la comunidad.
M�s que orar, se preguntaba qu� le habr�a pasado a David. En el desayuno, el
Rector le llam� aparte y le dijo:




Escucha, Jorge, creo que David tiene un tir�n muscular y
le resulta dif�cil moverse. S�bele el desayuno, mira a ver si necesita algo.
Yo voy a buscar al m�dico y dentro de un rato vengo.





Aquellas palabras le abr�an de repente un horizonte
insospechado. Tom� el desayuno en una bandeja y vol� hacia la habitaci�n. David,
despierto, segu�a acostado boca abajo, con la cabeza girada.




�Qu� te pasa, David? �Qu� te duele?


No creo que tenga importancia, pero me duele bastante la
espalda. Es como un tir�n muscular y casi no me puedo mover. He intentado
levantarme y no puedo.


Ayer hiciste mucho esfuerzo en el partido de f�tbol�


S�, quiz� sea eso. Ya me ha pasado otras veces.





Poco a poco fue tomando el desayuno mientras Jorge sosten�a
la bandeja apoyada en la cama.




Jorge, necesito orinar, pero no me puedo levantar� No s�
c�mo hacer.


Espera un momento, ya s�





Jorge vol� hacia un cuarto que hac�a de enfermer�a y trajo
uno de esos recipientes para que los enfermos puedan orinar sin levantarse. Se
lo ofreci� a David. �ste lo tom� y lo introdujo bajo las s�banas.




Lleva cuidado no vayas a mojar las s�banas. �Te ayudo?




David se destap� hasta los muslos dejando ver su cuerpo
adolescente cubierto con el pijama. A Jorge, sentado en la cama, le temblaban
las piernas, Intentaba que todo pareciera normal. David se baj� un poco el
pantal�n y el slip blanco, tom� su verga entre sus dedos, le pidi� el recipiente
a Jorge y empez� a sonar el ruido de la orina cayendo en el recipiente.



Jorge segu�a disimulando, como si eso fuera lo m�s normal del
mundo. Pero sus ojos no pod�an separarse de esa verguita, de esos vellos suaves,
cortos y rubios que cubr�an su pubis. Cuando termin�, Jorge lo vaci� en el ba�o.
Al regresar, David hab�a vuelto a tomar su posici�n boca abajo, la que le
resultaba m�s c�moda. Jorge se volvi� a sentar al borde de la cama:




�Necesitas algo m�s, David? Me ha dicho el Rector que me
quede contigo hasta que venga el m�dico.


No te preocupes, Jorge, no necesito nada, gracias, muchas
gracias.





Su voz suave excit� de nuevo a Jorge que contemplaba de cerca
las curvas del cuerpo de David bajo las s�banas. Con mano temblorosa se acerc�
hasta los rubios cabellos de David y se los acarici� con cari�o. David se dej�
hacer, como un gesto de amistad. Le acarici� la nuca, el cuello mientras le
repet�a:




Se te pasar� pronto, David; ya ver�s.





Al poco rato se oyeron pasos en el pasillo. Era el Rector
acompa�ado por el m�dico. Jorge se sent� en una silla. Entraron.




Vamos a ver qu� le pasa a nuestro angelito, -dijo el
m�dico acerc�ndose a la cama.




El Rector le hizo se�a a Jorge para que se retirara; quiz� se
tratara de un cierto pudor, pues el m�dico tendr�a que examinar el cuerpo de
David. Sali� de la habitaci�n discretamente y entorn� la puerta. Dej� justo una
rendija, lo suficiente para que la puerta pareciera cerrada y Jorge pudiera ver.



El m�dico retir� la s�bana, hizo algunas preguntas a David y
luego le subi� la camisa del pijama para examinar bien la espalda. Fue tocando
con sus dedos en distintos lugares, y David respond�a con "Aqu� me duele, ah�
no". Los dolores parec�an m�s intensos al llegar a la cintura.




B�jate un poco el pantal�n, por favor, - le dijo el
m�dico.




David obedeci� al instante dejando al descubierto aquellas
nalgas tan deseadas, tan apetitosas. Jorge se estremeci� como si una corriente
le recorriera el cuerpo. Su cuerpo tembl� y su verga inici� un movimiento de
despertar sexual. El doctor, sentado ahora en la cama, donde hab�a estado �l,
segu�a apretando sus ri�ones y peque�os gritos de dolor sal�an de la boca de
David. Su culo se mov�a con peque�os espasmos producidos por el dolor. Jorge ya
ten�a su mano dentro del pantal�n y se acariciaba la verga mientras contemplaba
ese culito tan blanco, tan suave.





No es nada serio, concluy� el m�dico; una simple
neuralgia lumbar. Le voy a dar unos calmantes para el dolor y una crema para
unos masajes. En cuesti�n de un par de d�as estar� nuevo.





R�pidamente Jorge corri� hacia el extremo del pasillo
mientras colocaba su verga en una posici�n que no delatara nada. Cuando salieron
el rector y el m�dico, Jorge se acerc� como quien ignoraba todo y pregunt� con
aire ingenuo:




�Es algo serio?


No, tranquilo; dijo el rector. Voy a comprar unas
medicinas y ahora vengo. Por cierto, Jorge, �has dado alguna vez masajes?




Aquella pregunta le volvi� a hacer temblar de emoci�n. La
verdad es que nunca lo hab�a hecho; no sab�a m�s que cualquier otro chico de su
edad. Sin embargo, con una sonrisa de disponibilidad y con una voz que
disimulaba su afectaci�n, replic�:




S�, s�, claro, he dado masajes algunas veces a mis amigos
en el pueblo cuando ten�an alg�n esguince. �Lo necesita David?


S�, por favor, le pidi� el Rector. Ahora te traigo la
pomada.





Esos momentos le parec�a estar en el cielo. Nunca imagin� que
fuera tan f�cil tener cerca el cuerpo de David, tocarlo con sus dedos. David,
desde la cama, hab�a o�do la conversaci�n, y cuando Jorge se acerc� de nuevo, le
dijo:




Lo de siempre, Jorge, ya me ha pasado esto otras veces.
En casa era mi hermano quien me daba los masajes. Ahora te va a tocar a ti.


Tranquilo, David, lo har� lo mejor que pueda. Ahora
descansa un poco. Y mientras se lo dec�a levant� la s�bana, le coloc� bien
el pijama y lo volvi� a cubrir.





Minutos despu�s, el Rector regres� con los medicamentos.




Estas pastillas, tres veces al d�a antes de las comidas.
Y esto para el masaje. Hazlo bien y luego vete a clase con los dem�s. All�
te espero.





Cuando Jorge oy� que los pasos del rector se perd�an al fondo
del pasillo, se volvi� hacia Jorge y le dijo:




�Preparado?


A tus �rdenes, Jorge. Yo te ir� indicando. Mejor que me
ayudes a quitarme la camisa del pijama; podr�s trabajar mejor.




As� lo hizo, retir� totalmente la s�bana, le ayud� a quitarse
la camisa y David qued� totalmente boca abajo. Mientras colocaba crema en sus
manos, Jorge pens� lo maravilloso que era contemplar de cerca aquella espalda
desnuda, lampi�a, perfecta, blanca y atractiva. Al poner sobre ella sus manos,
David se sobresalt�:




�Qu� fr�as tienes las manos!


No te preocupes, ahora entrar�s en calor, ya ver�s.





Jorge empez� a darle un masaje suave por toda la espalda y
poco a poco fue aumentando la intensidad.




Bien, bien, me hace sentir mejor, pero, por favor, dame
m�s abajo, donde m�s me duele.


Te voy a manchar el pantal�n, David. �Te importa
baj�rtelo? As� lo podr� hacer mejor.


Perdona, Jorge, no me hab�a dado cuenta.




Mientras se lo dec�a tomo el pantal�n y el slip por el
el�stico y lo desliz� por sus muslos hasta dejar al descubierto todo su culo.
Jorge sigui� masajeando: not� que su verga se volv�a a poner dura al hacer
realidad su sue�o. S�, era verdad, era real: ah� estaba David, con sus nalgas
desnudas, dispuesto a que lo tocara con sus masajes. Frot� una y otra vez sus
ri�ones, mientras sus manos bajaban repetidamente y acariciaban la masa firme y
dura de los gl�teos de David. No ten�an nada de vello, apenas una ligera capa
tan rubia que resultaba imperceptible a la vista y suave al tacto.





Lo haces fenomenal, Jorge. Eres todo un experto, musitaba
David de vez en cuando en unos murmullos de voz en los que se mezclaba el
dolor cuando tocaba sus partes doloridas y el placer que sin duda
experimentaba cuando, casi como un juego, despertaba la sensibilidad de su
culo.





Cuando Jorge termin� el masaje y se lav� las manos, David le
pidi� que le ayudara a darse la vuelta y ponerse boca arriba, para conservar el
calor de la espalda. As� lo hizo. Al voltearse, David hizo adem�n de subirse la
ropa interior. Jorge le ayud�. Por unos instantes pudo contemplar la verga de
David, dura, larga y delgada, con unos vellos rubios por encima. Le ayud� a
ponerse la camisa y corri� para clase.




En el recreo vengo, por si necesitas algo, David


Gracias, Jorge, y perdona la lata que te estoy dando


No te preocupes, es un placer; quiero que te cures
pronto.





Los tres d�as que dur� aquella tonta enfermedad fueron
decisivos para la vida de Jorge. La intimidad iba creciendo m�s entre ellos.
David se dejaba manipular por Jorge con toda espontaneidad. Le acompa�aba
despacito hasta el ba�o para que hiciera sus necesidades, le lavaba suavemente
con la esponja, le secaba, le perfumaba el cuerpo, le ayudaba a cambiarse de
ropa interior� y David se dejaba hacer.



Nadie sospechaba nada: era un compa�ero ayudando a otro
compa�ero. Pero para Jorge la pasi�n se iba haciendo insostenible cuando tocaba
ese cuerpo tan precioso y lampi�o, cuando lo recorr�a para lavarlo. Era
imposible ocultar la excitaci�n que todo esto le provocaba. David no era tonto y
lo not�. Tampoco �l hab�a tenido nunca ninguna relaci�n de este tipo con otro
chico, pero los dedos de Jorge le estaban haciendo descubrir sensaciones nuevas.



Los tocamientos de Jorge se fueron haciendo cada vez m�s
atrevidos. Le acariciaba el culo con mucha suavidad y aquello le encantaba a
David, que abr�a sus piernas durante los masajes para que los dedos de David
recorrieran toda su rayita y acariciaran su ojete. Una de las veces David pudo
ver el bulto de la entrepierna de Jorge:




�Se te pone dura muchas veces?


S�, respondi� David un poco avergonzado. �A ti no?


Mucho, como ahora, mira.




David se volte� a medias y tom� su verga entre las manos:




Tengo un cosquilleo, unas ganas�


Normal, �t� no te masturbas?


Me dijeron que era malo, intento no hacerlo, pero a
veces�


�Malo? Qu� va, te lo aseguro. Necesitamos descargar todo
lo que llevamos dentro; uno se siente mejor despu�s de hacerlo. Mira. - Y al
decirlo, tom� entre sus manos los huevos lampi�os de David. �Ves? Est�n
llenos, hay que vaciarlos.





David sonri�, ya hab�an ca�do los muros de la verg�enza. Se
coloc� boca arriba y dej� que Jorge actuara. �ste tom� la verga suavemente entre
sus dedos. Estaba caliente, dura, el capullo brillaba con la humedad. Jorge
empez� a menearla despacito, de arriba abajo. David, con los ojos cerrados y la
cabeza recostada en la almohada, se dejaba hacer. Tan s�lo emit�a ligeros
suspiros de placer ante algo nunca antes experimentado de manos que no fueran
las suyas. Jorge segu�a acariciando la verga de David con una masturbaci�n
lenta. La sent�a latir, moverse con espasmos de placer.



De repente not� como la mano de David se acercaba lentamente
a su cuerpo, le toc� la cintura, le toc� el muslo. Jorge estaba vestido y se
acomod� mejor para que David pudiera actuar, sin soltar la verga de entre sus
dedos. La mano de David, t�mida, pero deseosa, lleg� hasta la entrepierna. No le
fue dif�cil notar la tremenda erecci�n de Jorge. Y sus dedos recorrieron todo
aquel bulto. Jorge aument� la velocidad de su mano sobre la verga de David.
David, en el colmo de la excitaci�n, abri� el bot�n del pantal�n de Jorge e hizo
salir la verga de �ste, h�meda, dura como un tronco. La tom� con su mano y
empezaron una masturbaci�n mutua que les hizo sentirse en el cielo�



No tardaron mucho en venirse: David fue el primero y el
chorro de esperma, retenido por bastante tiempo, le lleg� hasta el cuello. Solt�
la verga de Jorge y �ste tuvo justo tiempo de llegar al ba�o y terminar. Volvi�
a la cama, sec� los restos de semen del pecho de David y poco a poco fue
acercando su cara a la de �l. David cerr� los ojos y abri� suavemente los
labios. Jorge se acerc� despacio y coloc� los suyos encima. Fue el principio de
un largo y profundo beso� el primero para ambos.



David cur� y todo volvi� a la vida normal. No volvieron a
hablar del tema durante bastante tiempo. Se observaban por la noche, cuando
estaban seguros que Rom�n dorm�a como siempre, profundamente. Jorge ve�a que a
veces las s�banas de David se mov�an r�tmicamente indicando lo que pasaba
debajo. Y �l hac�a lo mismo. Una noche Jorge se levant�, se acerc� a la cama de
David, meti� la mano por debajo de las s�banas y constat� que estaba desnudo. Le
acarici� las nalgas y acerc� sus dedos al hoyito: primero caricias circulares y
luego fue introduciendo uno de sus dedos mientras acercaba sus labios y se
besaban. David se dej� hacer dejando entender que le gustaba.



- �Te gusta, David? Me encantar�a poder hacer algo m�s.


David qued� unos momentos en silencio. Tambi�n en �l se
debat�an las fuerzas de la vocaci�n y las fuerzas contrarias.




Jorge, creo que estamos yendo demasiado lejos. No podemos
seguir as�; quiero intentar ser fiel a mi llamada. �Y t�?


No s�, David, desde que te he conocido, veo la vida con
otros ojos. Te necesito. Me has hecho sentir algo inexplicable.





Al acabar el curso, Jorge habl� con sus padres y les explic�
que hab�a sido muy feliz en el seminario, pero que no cre�a que �se fuera su
camino. Sali� y prosigui� sus estudios. Ahora es un chico gay, sin pareja
estable, pero tiene buenos amigos como �l. Sigue buscando el amor� un amor como
el de David.



David sigui� en el seminario. Muchas veces so�� con aquellos
momentos tan felices cerca de Jorge, pero poco a poco ha ido madurando y
serenando su sexualidad. Creo que se ordena de sacerdote el a�o pr�ximo.



Y ya sab�is, si alguien ha vivido experiencias semejantes o
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Relato: Recuerdos del Seminario
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