Relato: Esa deliciona ni�a





Relato: Esa deliciona ni�a

Estaba muy
feliz de haber regresado a mi pa�s. Bueno, aunque fuera de la peor manera que
una indocumentada puede volver a su tierra natal: DEPORTADA.


Sent�a un
nudo en la garganta y unas espantosas ganas de llorar cuando hac�amos fila en el
aeropuerto de Dallas, esperando pasar la aduana a�rea, custodiados por una fila
de agentes de Inmigraci�n como si fu�semos criminales indeseables en tierra
extra�a. De repente escuch� mi nombre:


-Karla
M�lory...


El gringo
que lo pronunciaba ten�a un p�simo acento y no pod�a pronunciar bien mi nombre.


-Mallory
-le correg�.



-Oh, perd�n... Mallory... Pour... Par...


-Portillo
Merino -le ayud� a completar mis apellidos.


-S�,
eso... favor pase aqu� -dijo se�al�ndome la puerta por donde tomar�amos el
avi�n.


-<<Gringos
tontos, ni siquiera saben hablar bien>> -pens� para m� misma, como una especie
de callado desquite.


Entramos
en �l y me acomod� en un asiento, cerrando los ojos con la intenci�n de dormir y
de olvidarme por completo de todo.


En
realidad, durante mi estad�a en los Estados Unidos siempre dese� volver a mi
gente, a mi primer hogar. Desde que baj� del avi�n, en el Aeropuerto
Internacional de Comalapa, lo primero que se me vino a la mente fue volver a la
colonia donde viv� por dos a�os con mi esposo, en la casita que la abuela de
�ste tiene en la colonia Panamericana de San Miguel. Gilberto se hab�a salvado
de la deportaci�n por que la noche en que el Servicio de Inmigraci�n hizo la
redada, se encontraba en casa de uno de sus amigos de parra (sabe Dios como me
disgustaba que saliera con sus amigotes y regresara a altas horas de la
madrugada, sin saber yo en donde hab�a estado y con qui�n).


Llegue a
la casa de la abuela de mi esposo con m�s penas que �nimos, pues en verdad mi
futuro se ve�a negro, negro. En El Salvador las oportunidades de trabajo no son
muy abundantes y si las hay, el pago es muy poco, especialmente para las que
tenemos muy pocos estudios acad�micos.


As� pues,
llegu�, salud� a la abuela de Gilberto, platicamos un rato y luego entr� al
cuarto en el que hab�amos vivido con mi esposo, a comenzar a desempacar lo poco
que los gringos me permitieron traer conmigo.


Pasaron
dos d�as a lo sumo y mi aburrimiento iba en aumento. La segunda ma�ana, fuera de
la casa y me sent� en la acera a mirar la gente que pasaba y a tomar un poco de
sol. Pocas caras nuevas, casi todos los que pasaban me saludaban y preguntaban
por Gilberto.


De pronto
algo me sac� de mi hast�o. Una chiquilla se detuvo y me dirigi� unas palabras:


-Hola,
Karla.


Volv� la
mirada y frente a m� se ergu�a la figurita fina y delicada de una chiquilla que
apenas estaba entrando en la adolescencia. Su hermoso rostro dibujaba una amable
sonrisa lo que cerraba con broche de oro lo esplendoroso de su cuerpo.


Me cost�
un poquito reconocer en ella a la hija menor de los Cub�as, quienes viven
a dos casas, hab�a cambiado mucho la c�ndida ni�a que yo conoc�. Mar�a Ang�lica
se hab�a convertido en apenas dos a�os en toda una mujercita de trece. Su
cuerpecito infantil que yo recordaba hab�a dado paso a unas curvas
deliciosamente delineadas, sin excesos ni carencias. No hab�a cambiado, sin
embargo, su carita angelical, sus brillantes e inocentes ojos caf� oscuros, su
nariz peque�a y sus finos labios. Su cabello lacio y casta�o estaba m�s largo de
lo que recuerdo y le ca�a abundante hasta muy por debajo de los hombros.


-Hola
-dije emocionada y lev�ntandome de donde me encontraba sentada, le di un fuerte
abrazo, como las grandes amigas que siempre hemos sido.


-�C�mo
estas? -pregunt�.


-�Bien y
vos?


-Bien.
�C�mo te fue en el viaje?


-M�s o
menos, poco triste porque me �pescaron� y me deportaron, pero estoy craneando la
forma de volver.


-Eso est�
bien -dijo.


Se sent�
a mi lado y platicamos largamente, ri�ndonos al acordarnos de todos los buenos
momentos que hemos pasado. Al final, le invit� a salir a Metrocentro a hacer
unas compras al d�a siguiente. Ella acept� de buena manera.


Las
compras nos llevaron un par de horas. En gratitud que me estaba ayudando, le
compr� una ropa a la cual se le qued� viendo largamente en una tienda, lo cual
me hizo caer en cuenta c�mo ella deseaba esas prendas. Al principio no quiso
aceptarlas, pero la obligu� a tomarlas pues pagu� por ellas a�n en contra de su
negaci�n.


Bueno.
Regresamos a su casa y la encontramos cerrada. Yo iba a tocar para que nos
abrieran, pero Ang�lica dijo:


-No hay
nadie. Mi mam� debe haber salido a dejarle comida a mi pap� (entonces su padre
era controlador de los buses que corren desde el Municipio de hasta El cant�n El
Pedrerito).


-Si quer�s
entonces, ven� a mi casa y te est�s ah� mientras viene tu mam�.


Ang�lica
sonri�, no s� por qu� y dijo:


-No. Aqu�
est� la llave, mir�. -Y metiendo su manecita en medio de los espacios de la
ventilaci�n, extrajo un hilo de donde pend�a la herrumbrosa llave.


Introdujo
la llave en la cerradura y con poca dificultad abri�. Entramos a la casita donde
pude darme cuenta que no hab�a cambiado mucho desde la �ltima vez que hab�a
entrado. A�n la �nica pieza de ella estaba dividida por una cortina que separaba
la improvisada sala del inc�modo cuarto donde se encontraba la cama de sus
padres y la cama de dos niveles donde dorm�a ella y su hermano. A�n hab�a por
todos los rincones el dejo de extrema pobreza en la que hab�an vivido desde
siempre. Me da l�stima decir esto, pero en las condiciones de miseria en que
viv�a ella y su familia y lo hermosa que se estaba poniendo la ni�a, lo m�s
seguro es que terminar�a siendo seducida por las ansias de saciar todas esas
necesidades y terminar�a convirti�ndose en una prostituta.


Entramos y
pusimos todos los comprados sobre la mesa y ella cerr� la puerta. Comenzamos a
descargar y separar lo que era m�o y lo que hab�a comprado para ella y su
familia. Al final llegamos a la ropa que le hab�a comprado. Con muchas ilusiones
tom� las prendas que le compr� y las apart� a un lado de la mesa. Yo, sin ning�n
tipo de malicia le dije:


-�Te gusta
la ropa?


Muy
emocionada dijo:


-Claro.
Hace mucho tiempo que no me estreno nada.


-Si quer�s
pon�tela desde ya -le dije.


-No. Voy a
esperar una ocasi�n especial para estrenarla.


-Vamos -le
dije-. No hay mejor ocasi�n que ahora... para celebrar que he vuelto.


Ella se
mostr� reacia un poco a estrenar su ropa, como si le diese l�stima; sin embargo
unas pocas palabras fueron suficiente para hacerla cambiar de opini�n.


-Est�
bien. -dijo.


Se fue
detr�s de la rala cortina que separaba la habitaci�n y se cambi� de ropa. Ella
no lo sab�a, pero como del lado donde estaba ella era m�s iluminado que donde yo
estaba, yo pod�a mirar a trasluz su linda silueta cuando se estaba cambiando. Vi
con relativa claridad cuando el vestido de Ang�lica se desprendi� de s� y cay�
al suelo, dejando al descubierto sus carnes, que seguramente estaban tan
tr�mulas como las m�as por la emoci�n. Con rapidez, se puso los jeans y la
blusita y sali� del cuarto.


-�C�mo me
queda? -pregunt�.


-Muy bien
-contest�. En realidad quer�a decirle que se ve�a muy hermosa con esas prendas.
Como dije los dos a�os que hab�an transcurrido le hab�an obsequiado una linda
figura de mujercita. Mucho mejor que la m�a cuando ten�a su edad.



Haciendo
un par�ntesis, quiero excusarme po no haberme descrito. Soy Morena, como la
mayor�a de latinas, pelo negro y lacio que me cae hasta un poco m�s abajo de los
hombros, mido un metro sesenta cent�metros y tengo un cuerpo, si no espectacular
s� bien �llamativo�. Tengo pechos de mediano tama�o, cintura m�s o
menos estrecha y caderas abundantes. Es decir, soy un poco �rellena� si se
le quiere llamar as�. No soy muy bonita que digamos, pero si atractiva, ojos no
muy grandes, m�s bien rasgados, nariz respingada y labios gruesos. Como ven,
no difiero en mucho de la t�pica chica latina.



-Ahora
probate el vestido -le dije.


Ella se
fue detr�s de la cortina nuevamente y trat� en vano de quitarse el pantal�n. A
los pocos segundos grit�:


-Karla,
ayudame, por favor. La cremallera se ator�.


Pobrecita
la Ang�lica. Era la primera vez que se pon�a unos jeans que de la premura con
que quiso quit�rselo, el cierre atrap� un trozo de la blusa y se hab�a atascado.
Yo fui a ayudarle y solo bast� subirlo de nuevo para que desprensara la pieza
superior y bajara de manera m�gica.


-Gracias
-dijo-. Quedate aqu�, quiero que me ayud�s con el vestido.


Y delante
de m� se quit� los jeans y la blusita. Como una bella visi�n, su cuerpecito
qued� medio desnudo, cubierto apenas por su tanga y su brassier, casi
infantiles, pero que le otorgaban un toque de delicada ingenuidad y furiosa
sensualidad. Claro, la chiquilla no sab�a todas las emociones que estaba
despertando en m�. Estaba lejos de imaginar todo aquello que estaba cruzando por
mi mente.


-Ayudame a
cerrar la cremallera -dijo. Y entonces sus palabras me sacaron de mis
pensamientos. Ya se hab�a colocado encima el vestidito y me daba la espalda para
que le cerrara el vestido. As� lo hice y ella muy contenta fue a pararse frente
al espejo de la sala, a contemplarse embobada. En realidad ten�a mucho por qu�
estarlo, pues la prenda, por lo cortito hac�a resaltar sus piernas lindas y bien
formadas, aparte que lo ce�ido de la cintura hacia arriba hac�a destacar su
plexo.


Luego
volvi� adentro del cuarto donde yo me encontraba a�n, se sac� ella sola el
vestido y se iba a colocar el overol. Yo la alcanc� antes que lo hiciera y le
dije:


-Quiero
pon�rtelo yo.


Ella
accedi� y yo me tard� cuanto pude en la tarea con una fingida torpeza mientras
le dec�a:


-Ang�lica?


-Qu�?
-dijo mientras levantaba una de sus piernas para meterla en la prenda que yo le
deten�a en esos momentos.


-�Sos en
verdad mi amiga? -pregunt�


-S�,
claro. Bien sab�s que s� -contest� y meti� la otra pierna.


-Sab�s que
las amigas comparten todo, �No?


-Claro.
Sab�s que todo lo que tengo pod�s usarlo cuando quer�s -dijo, mientras se alzaba
para que le abrochara los botones por delante la prenda.


-Sab�s que
me gustar�a que compartieras conmigo? -le pregunt� mientras estaba a punto de
ajustar los tirantes del overol.


-El qu�?


-A vos -le
dije al mismo tiempo que mis brazos le aferraron por su cinturita y mi boca
busc� con ansiedad febril la suya.


La
chiquilla se sorprendi�, de m�s est� decirlo, y trat� por unos instantes de
soltarse, pero su fr�gil cuerpecito no albergaba suficiente fuerza como para
evadir mis labios que se apoderaron de los suyos con poca dificultad. Por unos
momentos forceje�, o por lo menos hizo rid�culos gestos que parecieron eso. Pero
poco a poco fue aflojando hasta que sus movimientos de rechazo desaparecieron y
se transformaron en unos que se coordinaban con los m�os. Y se abandon� a mis
besos y caricias.


Como a�n
no hab�a abotonado su overol, me fue muy f�cil desprenderlo de su cuerpo con
s�lo soltar los tirantes y volvi� a quedar en su ropita interior. Mis manos
recorr�an aquel cuerpecito de mujer incipiente, explorando todas aquellas
regiones, quiz�s por vez primera, de una manera que comenz� a temblar, no s� si
por la excitaci�n o por el temor. Su boca a�n se encontraba endosada a la m�a y
parec�a no querer soltarla y tal vez por un acto reflejo, cuando yo saqu� mi
lengua de dentro de su boca, ella introdujo la suya dentro de la m�a, algo que
me sorprendi� gratamente.


Solt� sus
labios sin despegarme mucho de ellos, solamente para hacerle una pregunta casi
boca a boca:


-Ang�lica,
decime algo...


-�Q.. Que?
-dijo tiritando.


-Sos
virgen...


-�Virgen?
�Qu� es eso?


Su
pregunta con el gesto de asombro que la acompa�aba, me hizo caer en cuenta de
inmediato que si lo era. Me dio unas ganas intensas de echarme a re�r, pero
trat� de contenerme, asomando solamente una sonrisa a mi rostro.


-�Ay, mi
ni�a tontita! -exclam�.


-�Qu� es,
pues? -repiti�.


-Olvidalo
-dije.


Y
continu� besando aquellos labios de ni�a que por vez primera se estrenaban en
otros labios.




Actualmente tengo 21 a�os. A los 18 me cas� un poco empujada por la situaci�n,
pues me encontraba embarazada de mi novio. �C�mo fue? Mi caso es un poco
especial. Mi esposo es un �marero�. En mi pa�s, se les llama as� a los
integrantes de pandillas que se dedican a cometer delitos menores o mayores para
sobrevivir o solamente por perjudicar a la gente. Gracias a Dios Gilberto nunca
se manch� las manos con la sangre de alguien, y eso debo agradecerselo al Se�or.
Creer�n que soy est�pida, loca o algo por el estilo, pero, siempre, desde que
afloraron las maras en El Salvador, so�� casarme con un marero. Algunas amigas
me presentaron varios, pero al fin me decid� por �l.


Pero no
pas� mucho tiempo para que yo me diera cuenta del gran error que hab�a cometido.
Mi esposo no era la persona que yo so�� para pasar la vida juntos. Era borracho
consuetudinario, aunque tiene un trabajo fijo, a veces desatend�a las
obligaciones del hogar por las juergas con sus amigos. Nunca lleg� a golpearme,
sin embargo, en nuestras relaciones sexuales hac�a todo lo que quer�a conmigo,
sin importarle si yo lo disfrutaba o no o si lo que se le ocurr�a hacerme me
produc�a dolor. Todo lleg� al colmo cuando en estado de ebriedad, intent�
convencerme que me acostara con toda su pandilla (que son aproximadamente doce
hombres). Incluso en esa ocasi�n, me acorralaron en la casa y me hubiesen
violado, pero logr� escapar gracias a que todos estaban tan borrachos que les
costaba mantenerse en pie.


�Dios
guarde! No me cas� con �l para que me compartiera. Me encontraba en verdad
decepcionada de �l y quiz�s fue una de las causas que inconscientemente buscara
un amor puro y sincero, un amor angelical, cuidadoso y rec�proco. Pero jam�s
imagin� buscarlo en una ni�ita.


Lo que me
devast� por completo hab�a ocurrido meses antes. Mi beb� era el alivio a
todas las penurias que estaba pasando, y en efecto, fui muy feliz por tres
meses, hasta que una fiebre me arrebat� lo que m�s hab�a querido en el mundo: a
mi ni�o.


Sumida en
estas reflexiones estaba y casi sin darme cuenta, ni reparar en ello, ya ten�a a
Ang�lica en su cama, completamente desnuda y me encontraba lamiendo y chupando
sus pechos que por vez primera se erig�an en una rigidez espectacular. La chica
era de tez trigue�a, sin embargo hasta ese momento me di cuenta que el color de
su piel se deb�a a las inclemencias del sol que soportaba diario al caminar bajo
�l a pleno mediod�a ya sea para ir a su escuela o para ir a dejarle comida a su
pap� al trabajo, pues sus senos eran de una blancura inmaculada y sus pezones
sonrosados como dos duraznos listos para ser cosechados. No s� que sabor tendr�
los senos de una mujer, pero los de esa ni�ita sab�an a miel y cielo. Jam�s
pens� que alguna vez me encontrar�a besando, lamiendo, chupando, acariciando,
besando y mordiendo los senos de una chica, pero aquello era algo que me estaba
gustando sobremanera y no quer�a dejarlo. Ella, como toda primeriza, no sab�a
que hacer, sin embargo el instinto en estos casos se impone. Sus gemidos apenas
eran susurros quedos y casi inaudibles y sus movimientos casi nulos. Pese a ello
yo pod�a sentir que mis besos y caricias estaban desatando un fuego intenso y
abrasador dentro de s�. Pero ella me sorprendi� con lo dijo a continuaci�n:


-Quitate
la ropa vos tambi�n...


-Quitamela
vos -le respond�


Ella no
esper� mucho para obedecerme. Sus manitas tomaron por la parte inferior mi
blusa ajustada y tiraron de ella hacia arriba dejando semidescubierto mi plexo.
Mi brassier no tard� ni diez segundo en seguir el mismo camino y mis senos
morenos quedaron desnudos, mostrando mis pezones prietos que apuntaban r�gidos
hacia su rostro. Mis jeans estaban muy, muy ce�idos (en esos d�as hab�a
aumentado un poco de peso, m�s de lo que habitualmente suelo pesar). Sin embargo
ella se las arregl� para zafar el broche y baj�rmelo con mucha dificultad. Y en
segundos ya mi tanguita era un peque�o c�mulo de tela amontonado en el suelo.


-�Y ahora?
-me pregunt� inocentemente.


La
cuesti�n me hizo entender algo de inmediato. Con ello me estaba pidiendo
instrucciones, claramente diciendome que estaba dispuesta a hacer todo lo que yo
le pidiera, de complacerme.


-Como
nunca lo has hecho -le dije-, solamente dejate llevar por m�; hace todo lo que
yo te diga...


-Est� bien
-asinti�.


-OK, mi
amor -le dije mientras le bes� tiernamente en los labios- por lo pronto
disfrut�.


Mi boca
aprision� la suya nuevamente rellenando su cavidad oral con mi lengua y
haciendo fluir r�os de saliva entre ambas. Poco a poco cada pulgada de su piel
su recorrida por mis labios, probando y bebiendo por primera vez de aquel
cuerpecito virginal. Ang�lica probablemente va a ser de esas mujeres que al m�s
m�nimo contacto sienten una irresistible ansia de sexo, de penetraci�n profunda,
inmediata e interminable, pues no me estaba costando nada excitarla. Por mi
parte me enardec�a sobremanera escuchar por primera vez los gemidos
entrecortados a veces con quejidos que brotaban de su boquita. Me sent�a
afortunada de ser la primera persona que o�a los pla�idos de amor de aquella
ni�a.


Mis labios
se aferraron poco despu�s de sus pechos incipientes, succionando sus pezones
cuasi planos, haciendo que se elevaran por primera vez ese par de min�sculos
mont�culos a merced de la presi�n negativa. De verdad, me costaba un poco asir
con mis labios sus pezones de tan peque�os que eran, sin embargo la excitaci�n
de la caricia le hizo que �stos respingaran, aunque fuera un poco (a medida se
sucedieron nuestros encuentros, estos fueron brotando como un par de
botones de rosa). Llev� mi cara m�s abajo, hasta su vientre virgen y me
entretuve unos segundos besando y lamiendolo, como indic�ndole el lugar a donde
me hubiera gustado llegarle por completo: hasta el fondo de su vientre, hasta la
profundidad de su vagina.


Por fin,
llegue hasta la zona donde estaba ansiosa de explorar desde hace rato y hab�a
retardado para aumentar ese placer: su sexo. Contrario al m�o, que ya hab�a sido
traspasado en innumerables ocasiones, su vagina estaba virtualmente sellada,
como un signo de herm�tica virginidad. Pero a�n, virgen como estaba, se
encontraba abundantemente ba�ada por secreciones ralas y pegajosas que en pocos
segundos fueron paladeados por mi lengua. En ese tiempo yo no sab�a si hab�a
alguna diferencia entre las secreciones de una virgen y las de una que no lo es,
jam�s lo hab�a experimentado porque ha sido ella la �nica hembra con quien me he
acostado, pero sus jugos sab�an a miel... a miel y a m�s miel.


Mi lengua
se solazaba en deambular en los contornos de la grieta diminuta que Ang�lica
tiene entre sus piernas, disfrutando y alargando el momento en que se
enfrascar�a dentro de ella.


Mi lengua
al fin hendi� la fina ranura hundi�ndose suave y lentamente en ella, lam�endola,
chup�ndola, bes�ndola, succionandola y saboreandola. Yo me hab�a ensimismado en
deleitarme de su vagina para mi propio disfrute, pues no ten�a necesidad de
preocuparme si ella lo estaba disfrutando o no. Era evidente que aquello le
estaba gustando tremendamente. Sus caderitas por instinto se meneaban
circularmente y de un lado a otro, tratando de sacar el m�ximo placer de lo que
yo estaba haciendo, y sus gemidos se hac�an cada vez m�s prolongados, fuertes y
frecuentes. En realidad el ruido que su boquita emit�a era una alternancia de
gemidos de placer profundo y de inaugurales dolores.


Bueno,
permanecimos as� una infinidad de tiempo, yo aferr�ndome oralmente a su sexo que
virtualmente ya no era virgen, y ella, desat�ndose en una sarta de ruidos y
movimientos de placer. No s� si logr� el orgasmo o no, pero lleg� un momento en
que se estir� por completo y posteriormente se desmembr� en movimientos
convulsivos y espasm�dicos que parecieron que en realidad lo hab�a hecho. Yo
estaba contenta, pues la nueva experiencia me hab�a encantado
extraordinariamente. Me complaci� ver a aquella chiquilla estrenada, penetrada
por vez primera, aunque fuese s�lo con la lengua y comprobar que yo era capaz de
satisfacer sexualmente tanto a un hombre como a una chica.


-Te gust�?
-le pregunt� in�tilmente.


-S�. S�,
mucho -contest�.


-Ahora te
toca a vos, mi amor -le dije.


-Pero...
�C�mo? Yo no...


-S�lo
hacelo como yo lo hice, mi amor.


-�Todo lo
que me hiciste? -se ruboriz�.


-S�, todo,
mi amor.


-Bueno
-cedi�.


Bueno, lo
que dije no era que me hiciera exactamente lo que yo le hice. Esperaba que fuera
m�s �original� y �creativa�. Pese a ello, lo hizo bastante bien y me encant�
como lo hizo.


En las
r�fagas de lucidez entre sus caricias, no pude evitar hacer comparaciones entre
la forma de hacer el amor de esa chiquilla y la de mi esposo. Gilberto es un
arrebatado, un �macho� completo, poco cuidadoso y feroz hasta que alcanza su
orgasmo, sin importarle si yo lo he tenido o no. Esta ni�a era suave, cuidadosa,
parec�a escuchar mis gemidos y concentrarse en las zonas donde su estimulaci�n
los exacerbaba, en fin, era notorio que se estaba preocupando en que yo sintiera
placer de nuestra relaci�n. <<Siquiera mi esposo fuera como esta ni�a>> -Pens�.
Tal vez si fuese as�, no habr�a llegado a donde estaba. O quiz�s s�. Eso nunca
lo sabr�.


La
chiquilla chupaba en esos momentos mis pezones �tan diestramente� como un beb�
cuando se alimenta, es decir, muy, muy inexpertamente. �Qu� diferencia entre sus
caricias y las de Gilberto!. En nuestras relaciones, mientras me penetra ya sea
por delante o por detr�s, a �l le encanta sostenerme con firmeza asi�ndose de
mis pechos y apretuj�ndolos despiadadamente.


Algo de
improviso me hizo olvidar mis pensamientos y me estremeci� en lo m�s profundo.
En ese instante, la chiquilla se hab�a adherido a mi sexo, profusamente mojado y
se afanaba en interdecir en �l toda su lengua. Su �rgano, l�gicamente era
peque�o en comparaci�n con las cosas que han penetrado en mi vagina, pero la
excitaci�n de saber que era una chiquilla quien me la exploraba, de poder ver a
aquella dulzura de mujer principiante bebiendo de mi vagina, incrementaba
enormemente la sensaci�n. Por lo menos eso sent� al principio. No pas� mucho
tiempo para darme cuenta que eso no ser�a suficiente. Mi vagina, merced a muchas
penetraciones y por el parto, era m�s �espaciosa� de lo que su lengua pod�a
llenar. Estaba acostumbrada a ser atestada por completo que quiz�s s�lo podr�a
alcanzar el orgasmo de esta manera. El placer comenzaba a disminuir y yo no iba
a permitir que eso sucediera, dando al trasto con todo lo bien que estaba
resultando aquel encuentro.


-Mi amor
-le dije.


-�Qu�?
-pregunt�.


-Quiero
algo...


-�El qu�?


-Met� tus
dedos -le ped�.


No
pregunt� m�s, escogi� un par de deditos de su mano derecha y los enfil� hacia mi
vulva, sumergi�ndolos por completo en ella, empezando por sacarlos y meterlos
repetida y r�pidamente.


-Pero no
dej�s de chup�rmela -ped� en un clamor antes de perderme en el remolino de
placer que se incrementaba en mis entra�as con sus maniobras.


As� que
ella continu� con su forma inexperta y excitante de hacer el sexo oral mientras
sus deditos se afanaban en propiciarme placer. Pese a todo, sus falanges eran
peque�as y de poco calibre y no proporcionaban el cien por ciento del placer que
yo necesito siempre, as� que le hice otra petici�n con parodia de s�plica:


-Met�
todos tus dedos, mi amor... �M�telos todos!


Ella no
esper� una segunda r�plica y con todo y todo, encaj� cuatro de sus dedos, dentro
de m�, aumentando el placer exageradamente, tan colosal que creo jam�s hab�a
tenido semejante sensaci�n. Y fue por ello que supuse que algo no era usual
dentro de mi vagina. La sent�a plet�rica, como a punto de reventar, ensanchada
al m�ximo, pero muy, muy delicioso. Me d� cuenta, al bajar la vista y dirigirla
hacia ella, que hab�a hundido totalmente su mano, hasta unos cuantos cent�metros
arriba de su mu�eca, dentro de mi vagina. Jam�s imagin� que tuviera semejante
capacidad y tirando mi cabeza hacia atr�s con la siguiente r�faga de placer
infinito, me entregu� a aquel nuevo tipo de penetraci�n para m�. Sus manos eran
tan finas y delgadas, que encajaba perfectamente para causar intenso placer sin
provocar dolor. Si alguna chica tiene la oportunidad de experimentarlo, la
invito a que lo haga, pues la maniobrabilidad de la mano no la tiene otro
miembro del cuerpo. Ang�lica lo hab�a descubierto por azar. Met�a y sacaba su
miembro de mi vagina, lo rotaba, trataba de abrir sus dedos dentro de mi cavidad
lo m�s que pod�a y todo ello me llev� a obtener un orgasmo asombroso en muy poco
tiempo. Aunque trataba de ahogar mis gemidos, unos cuantos lograban escapar de
mi boca, que si alguien hubiese pasado por la calle en esos instantes, los
hubiese escuchad.


Al final,
qued� fl�cida en la cama, sin energ�as, totalmente exhausta, mientras Ang�lica
sacaba su mano con dificultad de mi vagina, y se recost� sobre m�, colocando su
mano sobre uno de mis pechos, embadurn�ndolo de mis secreciones. Entonces se me
despej� la gran duda que ten�a. �Cu�l? �Si sabe diferente el sexo de una mujer
experimentada y el de una ni�a no estrenada! Claro que saben diferente, los m�os
tienen no s� qu�, que los hace m�s ricos, ricos. �C�mo lo supe?. Sencillo: tom�
la mano que hab�a estado enterrada en mis entra�as y me la llev� a la boca,
chupando y lamiendo toda su superficie. Ang�lica, al ver lo que yo estaba
haciendo me imit�, as� que su mano fue lamida por nuestras lenguas de arriba a
abajo, llegando un momento en que nuestros labios coincidieron en un punto y se
juntaron de nuevo en el beso m�s tierno y delicioso que me han dado jam�s.


Pocos
minutos despu�s tuvimos que separarnos, pues unos pasos parec�an dirigirse
a la casa. Falsa alarma, pero eso nos hizo salir de nuestro embeleso y recordar
que muy pronto podr�a llegar su mam� o su pap� y descubrirnos.


Nos
vestimos apresuradamente y nos despedimos con un beso ardiente y largo. Quedamos
de vernos al d�a siguiente, a la hora en que su madre le llevar�a la comida a su
pap�. Y as� fue, m�s bien as� ha sido siempre desde que nos juntamos.


Hace tres
d�as recib� una carta de mi esposo y un cheque postal con dinero suficiente como
para emprender de nuevo la traves�a hacia Estados Unidos, para que me re�na con
�l. Eso es algo que me ha puesto en un aprieto terrible, porque siento algo muy
especial por esa chiquilla, no quiero dejarla. No s� qu� voy a hacer porque sigo
casada con �l aunque est� lejos, pero al recordar a mi ni�a siento ganas de
romper la carta y regalar el dinero...


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Relato: Esa deliciona ni�a
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